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Plus de espiritualidad

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tres personas subidas a un monumento con una bandera argentina




Por Adriana Puiggrós / LA HISTORIA, EL HUMANISMO Y LA PASIÓN / La pregunta por la posibilidad de denominar la educación como “humanismo activista” y la convicción gonzaliana sobre la imposibilidad de que haya humanismo sin estudio del y desde el interior mismo del monstruo. El reconocimiento de que abolir el uso tramposo del curriculum es condición para que la universidad recupere una relación digna entre vida y conocimiento, y también de que toda instrucción es un significante tan incompleto como la...
LA HISTORIA, EL HUMANISMO Y LA PASIÓN / La pregunta por la posibilidad de denominar la educación como “humanismo activista” y la convicción gonzaliana sobre la imposibilidad de que haya humanismo sin estudio del y desde el interior mismo del monstruo. El reconocimiento de que abolir el uso tramposo del curriculum es condición para que la universidad recupere una relación digna entre vida y conocimiento, y también de que toda instrucción es un significante tan incompleto como la nación, de cuyas vicisitudes ni la universidad ni la escuela pueden librarse. De las cátedras nacionales al país plurinacional, y de la autorreferencia de González como libertario a la necesidad de voces que nombren los lugares ocultados de la historia y subrayen los espíritus ardientes que les dieron continuidad en momentos tan inciertos como el presente.

Por Adriana Puiggrós
Doctora en Pedagogía por la Universidad Nacional Autónoma de México y doctora honoris causa por la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad Nacional de Tucumán. Fue secretaria de Educación de la Nación, directora general de Escuelas de la provincia de Buenos Aires y diputada nacional. Ha publicado veinticinco libros de su autoría y más de cincuenta en colaboración.

Fotos: Sebastián Miquel

Conocí a Horacio en la Facultad de Filosofía y Letras de fines de los sesenta y principios de los setenta. O sea, en la “Universidad del 73”, nombre que todavía algunos pronuncian en tono bajo y echando una rápida mirada hacia los dos costados. Las cátedras nacionales, un territorio de los sociólogos, y las revistas Envido (de cuyo consejo formaba parte) y Antropología 3er Mundo eran ajenas a los pedagogos, que solo ocasionalmente lográbamos “colar” algún artículo gracias a nuestra filiación política peronista y escasamente por derecho adquirido por las “Ciencias de la Educación”. E imagino ya un debate de Horacio con quienes introdujeron esta última denominación enfrentando el medievalismo académico con reglas del cientificismo, al mismo tiempo que vaciaban de pasión la pedagogía. ¿Es esta última una ciencia?, ¿pertenece al campo del humanismo?, ¿o hace equilibrio entre esos ambiguos conceptos? No es posible saberlo, pero sí debatirlo, creo que diría González. ¿Y la educación?, ¿le cabrá la denominación “humanismo activista” que nuestro filósofo y sociólogo trae desde las conferencias de William James? Y cita de James: “Añadimos tanto al sujeto como al predicado como parte de la realidad. El mundo es realmente maleable, está esperando recibir su toque final de nuestras manos [...] para el racionalismo el mundo está ya hecho y completo desde la eternidad en tanto para el pragmatismo aún está haciéndose y espera del futuro parte de su estructura” (González, 2021a, pp. 276-277).

Una invitación de James a “sumergirse en las aguas profundas” de una compleja concepción humanista castra la posibilidad de cualquier “toque final” de la historia y otorga derecho a la “imaginación reparadora” que enfrente los enigmas de nuestro tiempo (González, 2021a, p.  9). El análisis del humanismo pragmatista motiva a Horacio a advertir que el humanismo no es estar del lado del bien, las virtudes o la moral, sino que es “la actuación y el saber orientado por las extensas lonjas de corrosión de la vida que contemplamos a diario [...] No hay humanismo sin el estudio del interior del monstruo y desde el mismo interior del monstruo” (González, 2021a, p. 277). En cuanto a los pedagogos, no quedaron perdidos entre los párrafos anteriores sino alentados a abandonar la discusión academicista sobre la definición o su reducción cientificista a la estadística y a la última tecnología, para admitir los tremendos peligros de su tarea en la circunstancia actual, y aceptar que han perdido las seguridades de la jerga instrumental, de modo que si se deciden a abolir “ese uso marrullero del curriculum la universidad podrá recuperar una digna relación entre vida y conocimiento” (González, 2021b, p. 121), en cuyo dramático e incompleto vínculo se educa el educador.

templo mirador milenium en la ciudad de puan, provincia de buenos aires, argentina



¿Quién educa al educador?, ¿quién es el que lo evalúa en último término?, pregunta González. Y responde: “Ese quién propone en último término la imposibilidad de fijar ninguna evaluación, la dificultad inherente a la educación, que es la irreversible realidad que haríamos bien en reconocer para el drama del conocimiento: la conciencia de apropiarse, cada vez, de las condiciones de producción de cada instancia de la realidad, empuja a su vez hacia otras instancias que van alzándose hasta el improbable origen de las categorías, sin alcanzarlo nunca. Defendemos que bajo la poderosa pregunta del ‘quién’ de ‘quién’, a cada paso se revela la imposibilidad de llegar al autor terminal de las instrucciones. Toda instrucción es un significante incompleto” (González, 2021b, p. 123).

La nación también se lee en las ideas de González como un significante incompleto, lo cual es un asunto terrorífico para el evaluador del educador, quien prefiere olvidar su existencia porque lo contrario sería reconocer la política y probablemente tener que navegar en las entrañas del monstruo. Pero ni la universidad ni la escuela tienen posibilidades de librarse de las vicisitudes de la nación. Deberán colaborar en la reescritura de la historia nacional, “pero no en esa especie de neoliberalismo inspirado en las académicas norteamericanas de los estudios culturales, donde hay una multiplicidad graciosa y finita” (Palacio, 2019), reponiendo presencias e intenciones fundantes. Horacio quiere que la historia vuelva a ser dura y dramática, que incorpore a los indígenas en la política y en la cultura, el proyecto inmigratorio, a la guerrilla de los años setenta, a los senegaleses que llegan actualmente a habitar nuestro suelo. Con enorme lucidez, apelando al texto de la Constitución de 1853, actualiza su apertura “a todas las corrientes del mundo que quieran habitarlo” y propone inscribir el país como “país plurinacional” (Palacio, 2019). 

González propone buscar en los grandes textos el sentido humanitario de lo universal que la Argentina recibió de las corrientes humanísticas. En una entrevista para los Foros para una Nueva Independencia, realizada en la época en que era director de la Biblioteca Nacional, Horacio dijo ser libertario, conocer muy bien las diversas corrientes del nacionalismo y de la izquierda, entre las cuales se encontraba él mismo, en un difícil equilibrio (Juventudes Iberoamericanas, 2021). Al respecto, se refirió a una preocupación que se repite en sus textos: la identificación del investigador con su personaje o con la situación que analiza, “el dilema insalvable de la distancia, intransferible, entre la conciencia del autor y la del personaje” (González, 2019, p. 50). 

La autorreferencia de Horacio como libertario me remontó a un episodio ocurrido a pocos años del regreso de los respectivos exilios. Salíamos de un restaurante en grupo, varios de cuyos integrantes formaríamos luego parte del Frepaso y otros, más adelante, de la agrupación Carta Abierta. Horacio y yo nos adelantamos metidos en una discusión de la cual solo recuerdo que me dijo “lo que pasa es que vos sos demasiado laica”. Mi pésima memoria no impidió que esa frase no solamente me quedara grabada, sino que fuera para mí una larga incógnita, tanto el sentido que le quiso dar Horacio como la persistencia con la cual ha reaparecido entre mis pensamientos. Seguí diversas rutas a partir de aquella observación. Pensé en el ateísmo militante de mi padre y mi madre, el conflicto entre la Iglesia y el Estado, en las múltiples definiciones de laicismo, laicidad, laico y las discusiones al respecto, en su uso por la teología de la liberación, para finalmente arribar a un terreno que sigo explorando. Se trata de ese plus de espiritualidad que la escuela normalista y la universidad cientificista no perciben o descalifican, ese elemento que está en la misma serie de las cosmologías, las leyendas, los mitos, los cuentos infantiles, pero también en el secreto corazón de los movimientos de masas, en el entusiasmo y el deseo que muchas veces se denomina “voluntad”. Se trata de esos sentimientos que transitan por “invisibles cañerías espirituales” (González, 2014, p. 185), impulsando a las personas y a los pueblos a la gloria, al triunfo, a la derrota o al suicidio. 

Hay momentos de la historia en los que se juntan y confunden esas finalidades, motiva a pensar el texto de Horacio “José María Ramos Mejía: inquisición, locura y genio”. La “concomitancia entre lo sublime y la enfermedad [...] siempre fue motivo de reflexión de las filosofías de la pasión. Lo trastornado y lo excelso, ambos titanes de espíritu, formarían parte indivisa de una eucaristía laica” (González, 2021b, p. 245). Habla Horacio sobre Ramos Mejía, pero nos invita a la reflexión sobre los suicidios y las pasiones argentinas, desde la atracción irresistible de Sarmiento por Facundo hasta la del peronismo para crueles odios y apasionados amores. La convocatoria a un nuevo humanismo requiere de voces que nombren los lugares ocultados de nuestra historia y subraye los espíritus ardientes que les dieron continuidad en momentos tan inciertos como el presente. 

Referencias
González, H. (2004). Filosofía de la conspiración. Buenos Aires: Colihue.
–– (2014). Besar a la muerta. Buenos Aires: Colihue.
–– (2019). Borges. Los pueblos bárbaros. Buenos Aires: Colihue.
–– (2021a). Humanismo, impugnación y resistencia. Cuadernos olvidados en viejos pupitres. Buenos Aires: Colihue.
–– (2021b). La palabra encarnada: ensayo, política y nación. Textos reunidos (1985-2019). Buenos Aires: Clacso.
Juventudes Iberoamericanas (2021). Archivo de época. Horacio González. Recuperado de: https://juventudesiberoamericanas.com/archivo-de-epoca-horacio-gonzalez/.
Palacio. E. (22 de septiembre de 2019). “Horacio González: ‘La cultura es la estructura secreta de todo lo que se hace, incluso en materia de economía”. Recuperado de: https://www.agenciapacourondo.com.ar/cultura/horacio-gonzalez-la-cultura-es-la-estructura-secreta-de-todo-lo-que-se-hace-incluso-en 




 

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