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Editorial - Especial Democracia

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A mediados de mayo de este año, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner escribió una carta, que publicó a través de sus redes, en la que se refirió a una democracia mutilada: una democracia que, a cuatro décadas de su recuperación, se encuentra perdida en lo económico, desgradada en lo social y fracturada en lo político e institucional. Decidimos recuperar esa carta y volver a hacerla nuestra en este editorial de maíz de esta “Edición especial ‘40 años de democracia’” por tres precisas razones. La primera es que las notas que componen esta revista, escritas por sus autores antes del 19 de noviembre, hablan, de una u otra manera y desde variados ángulos, de esos tres universos a los que se refirió Cristina en mayo...
A mediados de mayo de este año, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner escribió una carta, que publicó a través de sus redes, en la que se refirió a una democracia mutilada: una democracia que, a cuatro décadas de su recuperación, se encuentra perdida en lo económico, desgradada en lo social y fracturada en lo político e institucional. Decidimos recuperar esa carta y volver a hacerla nuestra en este editorial de maíz de esta “Edición especial ‘40 años de democracia’” por tres precisas razones.

La primera es que las notas que componen esta revista, escritas por sus autores antes del 19 de noviembre, hablan, de una u otra manera y desde variados ángulos, de esos tres universos a los que se refirió Cristina en mayo, que, profundizados a la fecha de la elección general, fueron, sin duda, condición de posibilidad del resultado electoral. 

La segunda se desprende de la anterior y es que contra esa mutilación debemos luchar desde este 10 de diciembre, con cuarenta años de democracia ininterrumpida, para volver a recuperar aquellos aspectos que nos hacen gozar de una vida democrática plena, esto es, que hacen a la felicidad de nuestro pueblo. Sobre todo, frente a la asunción de un Gobierno del que no podemos esperar más que el atentado contra nuestra democracia –si entendemos, por supuesto, que esta excede por mucho la mera posibilidad de votar– porque, como bien afirma Cristina, en política lo que existe son las causalidades y la determinante es la economía, y la casualidad –aunque en este contexto bien nos gustaría– lamentablemente no es una categoría política. Por esto no podemos esperar otra cosa, y no porque seamos golpistas, imagen esta –sin duda amiga de la de “los orcos” y enemiga de “los argentinos de bien”– que desde el mismo 20 de noviembre se halla en construcción permanente en los medios hegemónicos de comunicación, a los cuales, también porque existen las causalidades y no las casualidades, podemos imaginar desde ya, como en otros tiempos, construyendo categorías para justificar lo siempre injustificable: la violencia y la represión. 

Y vamos a luchar contra la mutilación de nuestra democracia –y esta es la tercera razón por la que recuperamos aquí la carta– porque –que nadie se confunda–: que frente a la propuesta de arrebatar derechos no hayamos logrado convencer a una parte mayoritaria de los argentinos y argentinas de que un país mejor es posible y deseable para que la victoriosa fuera la propuesta del espacio político que históricamente ha garantizado la defensa de los intereses del pueblo y la nación –entre otras cosas, porque la mutilación que atenta contra esto no se revierte de un día para otro– no significa que el Gobierno entrante tenga la “libertad” de continuar avanzando contra la democracia económica, ni de destruir definitivamente la democracia social y la movilidad social ascendente, ni de ejercer la violencia política sobre el adversario. La mayoría de los votos obtenidos están lejos de haberle otorgado la “libertad” de avanzar contra lo que efectivamente millones de argentinos que votaron al actual Gobierno entienden por libertad y que no es otra cosa que vivir en una nación libre en la cual, como enumera Cristina al final de su carta, cada quien pueda comer bien y cuatro veces al día, tener un lugar digno para vivir y ver crecer a sus hijos, estudiar y progresar, tener un trabajo y un salario dignos.
Que no se confundan: también es una causalidad históricamente demostrable que, cuando se ha avanzado contra esta libertad y estos derechos que hacen al progreso y la felicidad del pueblo, los argentinos han salido a defenderlos.

A los compañeros y compañeras1
por Cristina Fernández de Kirchner

En este año 2023, se cumplen 40 años de Democracia ininterrumpida en nuestro país. Sin embargo, una parte importante de la ciudadanía no se siente representada ni contenidas sus aspiraciones, en una Democracia que se perdió en lo económico, degradó en lo social y ha comenzado a romperse en lo político e institucional. Con bronca y desilusión aparece lo que hace tiempo atrás denominé como la “insatisfacción democrática”.

La pérdida de la Democracia económica comienza a partir del año 2016 cuando el gobierno de Cambiemos, recién asumido, daba inicio a un brutal nuevo ciclo de endeudamiento externo que culminaría con el retorno del Fondo Monetario Internacional a través de un préstamo insólito, inédito y político, cuyo objetivo no sólo era ayudar a ganar las elecciones a ese “gobierno amigo”, sino también permitir la retirada en dólares de los fondos de inversión especulativos.

La historia que siguió es la misma de siempre con el Fondo en nuestro país: interviene, toma el timón de la economía argentina, impone su programa económico y se dispara otra vez el proceso inflacionario sin control en la Argentina. La casualidad no es una categoría política y, por eso, no es casual que ninguno de los dos Presidentes que aceptaron el programa del FMI conserve aptitud electoral. Sin embargo, en política sí hay causalidad y la determinante es la economía.

En este marco de brutal endeudamiento en dólares, el carácter bimonetario de la economía argentina, que se suma a la ya histórica restricción externa y a la compulsión por la formación de activos en dólares en el exterior, inevitablemente coloca en rojo la cuenta corriente de nuestro país que, ante la escasez de dólares, siempre termina con la inflación descontrolada, corridas cambiarias contra la moneda nacional, devaluación y más inflación. Así resulta imposible para cualquier gobierno administrar razonablemente la natural puja distributiva por el ingreso y convierte a la inflación en el más fenomenal instrumento de transferencia de recursos de toda la sociedad a los sectores más ricos y concentrados de la economía que se apoderan de esa renta extraordinaria en un marco de laxitud tributaria. A la luz de la historia de nuestro país y salvo períodos de gobierno muy precisos, nada nuevo bajo el sol.

Además, resulta insoslayable señalar las consecuencias catastróficas de la pandemia no sólo en lo sanitario y social sino también en lo económico, con la profundización de la concentración del ingreso y el crecimiento de la pobreza. De la pandemia no salimos mejores.

Para los que siguen repitiendo que lo monetario es la única causal de la inflación, y aún conserven algún espíritu crítico de investigación, los invito a ver los gráficos sobre evolución de la Base Monetaria a precios constantes y como porcentaje del PBI, que publica el Banco Central todos los meses.

Acabada la Democracia económica se degrada la Democracia social y el paradigma peronista de la movilidad social ascendente. Por primera vez en la Argentina observamos como convive un bajo índice de desocupación (6,3%) con un alto nivel pobreza (40%). De esta manera, encontramos trabajadores en relación de dependencia que son pobres y el surgimiento de una sociedad dual, donde una parte accede a todos los bienes y servicios y la otra, mayoritaria, ve notablemente reducidas sus posibilidades de progreso o, directamente, carece de ellas.

En estos 40 años de democracia ininterrumpidos también atravesamos dos crisis económicas y sociales de extrema gravedad: en 1989 con la hiperinflación y en el 2001 con la caída de la convertibilidad. Esta última, además, incluyó una crisis institucional en la que se sucedieron 5 Presidentes en una semana, que fue resuelta en el marco de la Constitución Nacional. Sin embargo, en ninguno de estos momentos se puso en duda el Pacto Democrático plebiscitado en octubre de 1983, por el cual ni la violencia política sobre el adversario ni la proscripción electoral serían elementos del accionar político.

Hoy, los fantasmas del pasado han vuelto a la realidad política argentina. Durante el año 2022 vimos como la violencia verbal y simbólica que, desde hace años venía siendo implantada en la sociedad por los medios de comunicación hegemónicos, se materializó en la calle a través del accionar de grupos violentos que agredían, insultaban y amenazaban de muerte con bolsones mortuorios, guillotinas, antorchas, piedras y escraches. El objetivo de estos grupos estaba absolutamente direccionado. No era contra todos los partidos políticos o todos los dirigentes, como en la crisis del 2001. Era contra el peronismo o el kirchnerismo, como más te guste.

La culminación de este accionar tuvo lugar aquel 1 de septiembre de 2022, frente a mi casa particular cuando, acompañada por Dios y la Virgen y rodeada de compañeros y compañeras, atentaron contra mi vida. Llamativamente, luego del magnicidio frustrado, esos grupos que organizada y semanalmente fustigaban, escrachaban y amenazaban, desaparecieron como por arte de magia. Esto confirma sin lugar a dudas, el carácter premeditado y carente de cualquier viso de espontaneidad de la violencia política de estos grupos. Eran fogoneados y financiados por la oposición y los medios de comunicación hegemónicos le garantizaban amplia cobertura mediática.

“La bala que no salió y el fallo que sí saldrá” fue el titular del diario Clarín, de Héctor Magnetto, principal usina de difusión del odio hacia mi persona y mi familia; en una suerte de lamento por el fracaso del asesinato, pero anticipando el fallo que pocos días después exponentes del Partido Judicial dictarían en mi contra y cuyo resultado condenatorio preanuncié públicamente tres años antes cuando se inició el juicio conocido como la obra pública de Vialidad Nacional. La condena e inhabilitación en dicha causa tiene una única traducción política y electoral: la proscripción.

Como vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo, no se trata sólo de la proscripción de una persona, sino del peronismo. Aunque algunos, por mezquindad o mediocridad, lo negaron recurriendo a tecnicismos legales, la realidad una vez más lo confirmó.

La semana pasada, después de un fin de semana electoralmente adverso para Juntos por el Cambio y objetivamente favorable para el peronismo, la Corte suspendió las elecciones a gobernador de las provincias de Tucumán y San Juan, a tan sólo 72hs del comienzo de la veda electoral y con un claro objetivo político: perjudicar al peronismo y tapar sus propios delitos. El mismo día y a la misma hora en que dictaban este fallo, en la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados de la Nación se estaban denunciando tanto el escándalo de la obra social del Poder Judicial que involucra a uno de los miembros de esta Corte, como el del enriquecimiento ilícito de su Presidente. Todos y cada uno de estos hechos los mencioné el 18 de julio del 2022 en el documento “De la corte ejemplar a la corte de los cuatro: breve crónica de la decadencia”2.

Es que cuando hablé de proscripción en diciembre de 2022, no era en ejercicio de artes adivinatorias, sino con la comprensión de la etapa histórica que estamos atravesando. Así como tres personas lo hicieron con las provincias de Tucumán y San Juan, no tengan dudas de que lo harán contra mi persona con el fin de evitar que el Peronismo pueda participar del proceso democrático, o bien debilitarlo, conduciéndonos a un callejón sin salida.

Ya lo dije el 6 de diciembre del 2022. No voy a ser mascota del poder por ninguna candidatura. He dado muestras, como nadie, de privilegiar el proyecto colectivo sobre la ubicación personal. No voy a entrar en el juego perverso que nos imponen con fachada democrática para que esos mismos jueces, encaramados hoy en la Corte, dicten un fallo inhabilitándome o directamente sacándome cualquier candidatura que pueda ostentar, para dejar al Peronismo en absoluta fragilidad y debilidad frente a la contienda electoral. Los hechos recientes me han dado la razón.

No se trató de una decisión apresurada ni producto del momento, sino de una decisión razonada y pensada. Los conozco, sé como piensan, como actúan y como van a actuar. Los he visto a lo largo de la historia y experimenté su juego en carne propia y de mi familia, con una persecución atada con precisión quirúrgica al calendario electoral.

Desde el 2016 el Partido Judicial funciona como una Task Force de Juntos por el Cambio y los grupos económicos concentrados para producir la eliminación de sus adversarios políticos. Nos provocan desde esta fachada de justicia y democracia mutilada y pretenden que caigamos en el terreno que ellos quieren: la violencia y la intolerancia. Nos tratan como enemigos y utilizan frases como «eliminarnos» o «terminar con el Kirchnerismo». Nosotros no somos eso y creemos firmemente que en la Democracia hay adversarios, no enemigos.

Debemos ser inteligentes para salir de este laberinto y romper la trampa a la cual nos quieren llevar: que tengamos una candidatura prohibida por el Partido Judicial. Porque, frente a una derecha cuya única propuesta es arrebatar derechos, el peronismo sigue siendo el espacio político que garantiza la defensa de los intereses del pueblo y de la Nación.

Ante esta situación resulta imprescindible –más que nunca– la construcción de un programa de gobierno que vuelva a enamorar a los argentinos y las argentinas, y convencerlos de que un país mejor no sólo es posible sino que, además, es deseable. Un programa de gobierno que es necesario no sólo para el peronismo, sino para sistema democrático en su conjunto.

Y en cuanto a los que exigen la desaparición del peronismo o del kirchnerismo –cual caricatura de la “solución final” para la Argentina–, a 40 años de Democracia les recomiendo presten atención a la historia y a la larga lista de “exterminadores vernáculos” que nunca pudieron convencer a los argentinos que comer bien y cuatro veces al día es una cuestión ideológica; que tener un lugar digno para vivir y ver crecer a sus hijos, estudiar y progresar es de populistas; o que trabajo y salarios dignos es una creencia antigua. A ellos les digo: no pudieron ni podrán acabar con la memoria ni los sueños de millones de argentinos y argentinas a vivir en una nación libre, cuyo pueblo progresa en orden y es feliz.

Los abrazo a todos y a todas desde el corazón, como siempre.


1 Carta recuperada de https://www.cfkargentina.com/a-los-companeros-y-companeras/.
2 De la Corte ejemplar a la Corte de los cuatro: breve crónica de la decadencia. - YouTube.





 

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