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Cien años igual

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PERIODISMO Y DERECHOS HUMANOS (Por Pablo Llonto) / No se trata de una casualidad, sostiene Pablo Llonto, sino de una conducta consecuente. En tres etapas distintas de la Argentina, tres periodistas de investigación dirigieron sus miradas hacia el horror que los grandes medios ocultan: la explotación de quienes viven de cosechar la yerba mate. Notas sobre las denuncias realizadas por los que fueron tras la barbarie misma guiados por una misma convicción que afirma que ir a los territorios, poner una oreja en el pueblo, es la primera tarea del periodismo.
PERIODISMO Y DERECHOS HUMANOS / No se trata de una casualidad, sostiene Pablo Llonto, sino de una conducta consecuente. En tres etapas distintas de la Argentina, tres periodistas de investigación dirigieron sus miradas hacia el horror que los grandes medios ocultan: la explotación de quienes viven de cosechar la yerba mate. Notas sobre las denuncias realizadas por los que fueron tras la barbarie misma guiados por una misma convicción que afirma que ir a los territorios, poner una oreja en el pueblo, es la primera tarea del periodismo.

Por Pablo Llonto
Periodista y abogado en causas por crímenes de lesa humanidad.

Fotos: Sebastián Miquel

Barrett, Walsh y Premici. Tres apellidos, tras la misma historia.

1908, 1966 y 2015. Tres marcas temporales de periodistas comprometidos con quienes más sufren.

Tres denuncias en un siglo para mostrar a qué punto llega la codicia de los dueños de los yerbales.

De todas las barbaries que el capitalismo comete en la Argentina, la superexplotación laboral, el trabajo infantil y la contaminación ambiental que destruye la salud fueron siempre ignorados por la prensa comercial. A los medios hegemónicos les complace mirar para otro lado y no enviar a sus periodistas a recorrer las tierras en Paraguay, en Misiones o en aquellas provincias argentinas donde casi nada ha cambiado desde los tiempos en que un fogueado cronista anarquista puso el grito sobre el papel para decir basta.

Fue Rafael Barrett, español, el de la pluma elogiada por Jorge Luis Borges, el dela tuberculosis que lo azotaba, quien primero dio la voz. Un periódico anarco de Montevideo, a comienzos del siglo XX, dio espacio a su grito desesperado: “Escudriñad bajo la selva: descubriréis un fardo que camina. Mirad bajo el fardo: descubriréis una criatura agobiada en que se van borrando los rasgos de su especie. Aquello no es ya un hombre; es todavía un peón yerbatero. Hay quizás en él rebelión y lágrimas. Se ha visto a mineros llorar con el raído a cuestas. Otros, impotentes para el suicidio, sueñan con la evasión, pensad que muchos de ellos apenas son adolescentes”[1].

Las condiciones en que trabajaban los tareferos (la tarefa es la cosecha artesanal de la yerba mate) se agravaron años después, con la utilización de agrotóxicos en los yerbales. Para cuando Rodolfo Walsh recorrió los caminos misioneros de polvo rojo, en los sesenta, los químicos habían desembarcado de la mano del genocida DDT (dicloro difenil tricloroetano), que aprovechaba su apogeo publicitario como producto que vencía toda plaga.

“Ahí están –escribía Walsh– hormigueando entre las plantas verdes, con sus caras oscuras, sus ropas remendadas, sus manos ennegrecidas: la muchedumbre de los tareferos. Hombres, mujeres, chicos, el trabajo no hace distingos. En un yerbal alto como este, el jefe de la familia trepa al árbol y con la tijera poda las ramas que su compañera y su prole cortan y quiebran en un movimiento incesante, separando la hoja del palo y amontonándola en las ponchadas –dos bolsas abiertas y unidas– que cuando estén llenas se convertirán en ‘raídos’. No hay cabezas rubias ni apellidos exóticos entre ellos. El tarefero es siempre criollo, misionero, paraguayo, peón golondrina sin tierra”[2].

Sebastián Premici viajó a Misiones durante los meses previos a la elección de Mauricio Macri para comprobar los casos de trata y explotación laboral que la fiscalía especializada (Protex) había detectado en la Yerbatera Misiones S.R.L., de la familia Puerta.


Ramón Puerta, un ex gobernador misionero, fanático menemista y servidor de Macri en la embajada española, formaba parte de la patronal que, según la inspección del RENATEA, abusaba de 61 tareferos víctimas de “explotación laboral”.

Las condiciones de trabajo que Premici comprobó no conocían el paso del tiempo: viviendas hechas con bolsas, comida y agua en mal estado, niños cargando bultos, jornadas de diez a doce horas, trabajadores sin registrar, sueldos miserables abonados por patrones millonarios.

Cien años después de Barrett es sencillo comprobar cómo son las viviendas que habitan tareferas y tareferos, desparramados entre desperdicios, envases de insecticida y mochilas de fumigación. Solo hay que viajar a Misiones como lo hicieron Walsh y Premici. En una de sus últimas crónicas, Sebastián dio cuenta de la inspección ocular que realizó la Protexen el campo de Puerta: “pudieron observarse los rastros de los campamentos, los bidones de glifosato donde los tareferos tomaban agua y las lonas de plástico que servían de techos para los campamentos”[3].

En cambio, para los medios concentrados, el campo habla solo por la voz de los dueños. Nunca un espacio para quienes trabajan la tierra. A comienzos de 2021, la queja patronal de los insatisfechos dueños de miles de hectáreas mostraba que, frente a la muerte de un tarefero que era movilizado a la cosecha en un transporte no habilitado para llevar personas (la camioneta volcó en un barranco), Cristian Klingbeil, de la Asociación de Productores Agropecuarios de Misiones, argumentaba que no podían cumplir con los reclamos de mayor seguridad de los trabajadores rurales. Y proponía una solución: contratar inmigrantes de Venezuela. “Los venezolanos vienen muchas veces muy capacitados, muy profesionales, agrónomos con conocimiento de manejo de suelos. Ellos traen otra cultura, sin tanto agroquímico como nosotros. Sería una lástima si tenemos que reemplazar la mano de obra local, pero por ahí nos puede servir para mejorar nuestra forma de producir”[4].

Cuando a esta confesión de hoy sobre el uso de “tanto agroquímico” la entremezclamos con los datos del pasado de Walsh, Barrett y el propio Premici, se forma un cuadro histórico que permite comprender por qué, ante el abuso de los patrones y la voracidad por sus ganancias, la prensa canalla se tapa la boca. Nunca les importó la vida, la naturaleza ni el trabajador.

La primera línea del artículo de Barrett nunca quedó vieja: “Es preciso que sepa el mundo de una vez lo que pasa en los yerbales”[5].

Notas

[1] Barrett, Rafael. “Degeneración”. En: Lo que son los yerbales. Publicado por entregas entre el 15 y el 27 de junio de 1908 en El Diario, Asunción.
[2] Walsh, Rodolfo. “La Argentina ya no toma mate”. En: Panorama, N° 43. Buenos Aires, diciembre de 1966.
[3] Premici, Sebastián. “Las puertitas del yerbatero Puerta”. En: Página/12. Buenos Aires, 23 de mayo de 2015.
[4] Publicado en Infocampo.ar el 22 de enero de 2021.
[5] Barrett, Rafael. “La esclavitud y el Estado”. En: Lo que son los yerbales. Op. cit.





 

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Maiz es una publicación de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. ISSN 2314-1131.


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