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Retos para una agricultura más humana

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Por Pedro Peretti / CHACRA MIXTA Y MEDIOAMBIENTE / En tiempos en que el cambio climático exige acciones concretas que pongan límite a los depredadores ambientales, el desafío agrícola sustancial es forjar volúmenes productivos a partir de la construcción de una conciencia socioambiental inclusiva que garantice la soberanía y la seguridad alimentaria de la Argentina. Bases para la formación de un nuevo sentido común productivo amigable con el ambiente ejecutado por productores de rostro humano y al servicio de un consumo que no deje a nadie fuera, con los ojos puestos en ese excelente instrumento para materializarlo que es la chacra mixta.
CHACRA MIXTA Y MEDIOAMBIENTE / En tiempos en que el cambio climático exige acciones concretas que pongan límite a los depredadores ambientales, el desafío agrícola sustancial es forjar volúmenes productivos a partir de la construcción de una conciencia socioambiental inclusiva que garantice la soberanía y la seguridad alimentaria de la Argentina. Bases para la formación de un nuevo sentido común productivo amigable con el ambiente ejecutado por productores de rostro humano y al servicio de un consumo que no deje a nadie fuera, con los ojos puestos en ese excelente instrumento para materializarlo que es la chacra mixta.

Por Pedro Peretti
Exdirector de la Federación Agraria Argentina (FAA), chacarero y miembro del Movimiento Arraigo y la Agrupación Grito de Alcorta.

Fotos: Sebastián Miquel

El cambio climático es una realidad indiscutible que ya no necesita ninguna comprobación científica: es irrefutable. Lo que sí se necesita urgente son acciones concretas, tanto de los Gobiernos como de la sociedad civil, para que lo frenen. Se torna perentorio ponerle límites a los depredadores ambientales que ponen en peligro a toda la humanidad. En este contexto, el reto agrícola es cómo forjamos volúmenes productivos a partir de crear una nueva conciencia socioambiental inclusiva que preserve el medioambiente garantizando la soberanía y seguridad alimentaria del país. Es imprescindible formar un nuevo sentido común productivo amigable con el ambiente, ejecutado por productores de rostro humano y al servicio de un consumo que incluya a todos. Este es el principal desafío para la agricultura y la ganadería de estos tiempos, y la chacra mixta es un excelente instrumento para llevarlo a la práctica.

A partir de la caída del Muro de Berlín, China se incorporó al mercado mundial y tomó la decisión de urbanizar a millones de sus pobladores rurales. Esto trajo como consecuencia lógica la necesidad de alimentar a esa inmensa nueva masa urbana, para lo cual había que producir más cerdos y aves. La soja es un insumo básico para su alimentación, y como no cubría esa nueva demanda agregada de forraje, necesitó importarla en grandes cantidades. La globalización trajo consigo una nueva división internacional del trabajo, y a la Argentina le correspondió “fabricar alimentos” para los cerdos y las aves de China. Es importante tener este proceso claro para poner en su lugar ese mito tan extendido de que la Argentina produce alimentos para 400 millones de seres humanos. Podría hacerlo, pero no lo hace. Lo que en realidad produce y exporta nuestro país es piensos para animales.

La globalización a partir de esa nueva demanda China fue la que modeló, y sin filtro, a la Argentina rural y dio surgimiento a un nuevo modelo agropecuario que reemplazó al tradicional de la chacra mixta. Se fue la mixtura productiva pampeana y llegó lo que hemos definido como monocultivo de soja inducido con concentración de tierras y rentas para abastecer el mercado externo.

Fue durante la fatídica década del noventa cuando se comenzó a instalar este nuevo paradigma productivo y produjo un verdadero desastre ambiental, social, productivo y humano. La soja desplazó a vacas, porcinos y todo vestigio humano, convirtió el territorio en un inmenso desierto verde, salpicado por taperas y escuelas abandonadas que son hoy el mejor testigo de que existió un modelo productivo más humano y exitoso.

Con la demanda externa de soja empezó el mayor ataque a la chacra mixta, y sus consecuencias son más que explícitas: desaparecieron más de 103.000 chacras mixtas, proceso que no paró allí y aun hoy las pocas que quedan se siguen liquidando; se desarrolló un proceso generalizado de endeudamiento, en el que se hipotecaron 12.000.000 de hectáreas solo en el Banco Nación; sin chacra mixta se terminó el empleo en los pueblos, pulverizándose 900.000 puestos de trabajo; sin chacareros y sin trabajo, más de seiscientos pueblos del interior profundo se transformaron en aldeas fantasmas; se inició el proceso del rentismo rural, en el que es más fructuoso y cómodo cerrar la chacra y alquilar la tierra; se destruyó la red ferroviaria, se privatizaron los puertos y el río Paraná; la nueva forma de “sacar los granos” pasó a ser la hoy famosa y mal llamada Hidrovía S.A., cambiándose el concepto logístico: en lugar de que el tren o el camión arrime la mercadería al puerto de ultramar, los barcos graneleros de gran calado ingresan por el Paraná (vía dragado) hasta las zonas sojeras.

La demanda externa de soja hizo que no solo se atacara la mixtura productiva de la Pampa húmeda, sino también que fuera necesaria la ampliación de la frontera agropecuaria. Es decir, talar nuestros montes naturales. La deforestación de aproximadamente 4.000.000 de hectáreas de bosques fue otra de las consecuencias del paradigma sojizador. La destrucción de la chacra mixta y deforestación de los bosques naturales trajeron otra consecuencia, no menos nefasta: la migración descontrolada de nuestra población rural hacia los espacios periurbanos de las grandes ciudades. Hoy la Argentina tiene el 92 % de su población viviendo en pueblos y ciudades, siendo el tercer país más urbanizado del mundo a pesar de ser un país rural. Cuestión que la pandemia puso en debate.

La derecha neoliberal agraria ha intentado (y tuvo éxito) presentar el modelo de desarrollo agrario de la Argentina como sumamente exitoso y sin contraindicaciones, cosa que es absolutamente falsa. Solo pone los números de lo que ingresa por retenciones, pero nunca pondera las consecuencias ambientales, sociales, migratorias, de salud, etcétera, que también cuestan muchos recursos humanos y pecuniarios: la proliferación de cánceres a causa del uso indiscriminado y sin control de agrotóxicos; las migraciones rurales que produjo el monocultivo sojero; los accidentes viales a causa de la irracionalidad de movimientos productivos que tiene nuestra economía agraria, que necesita de millones de viajes de camión para trasladar granos y animales, recorriendo innecesariamente miles de kilómetros por ruta (la leche recorre 1.000 kilómetros en promedio para llegar a la mesa de los consumidores); la despoblación del interior; la pulverización de miles de puestos de trabajo en el sector rural; las inundaciones; el crecimiento constante del latifundio; el arrebato a la ganadería por parte de la soja de más de 10 millones de hectáreas de la Pampa húmeda, con la implicancia social y del precio de los alimentos que esto conlleva; la destrucción de la chacra mixta.

Todo esto, imposible de cuantificar, es una enorme pérdida de capital social, humano, cultural y económico acumulado en varias generaciones que no tiene precio, y de la cual nos vamos a arrepentir por décadas. El monocultivo sojero es la causa primigenia de todos los males que describimos, y lo que la soja deja en billetes en las arcas fiscales nunca es comparado con lo que destruye. Si hacemos números, nos vamos a llevar tamaña sorpresa.




La chacra mixta

De las consecuencias negativas que enumeramos, vamos a analizar la casi desaparición de la chacra mixta, tal vez el más relevante e invisibilizado de los desastres que nos regaló el monocultivo de soja.

El debate acerca del modelo de desarrollo agrario nos obliga a precisar conceptos sobre qué es y cómo funciona “lo que queda” de la chacra mixta. La agricultura y la ganadería hoy son ejecutadas mayoritariamente a través de pools y megaproductores integrados verticalmente y con variedad de formas jurídicas: fideicomiso, sociedad anónima, sociedad de responsabilidad limitada, etcétera. Cualquiera sea la forma jurídica, lo que define es la concentración de la tierra y la integración vertical de esta con la producción de alimentos.

A veces por ingenuidad o desconocimiento y otras por puro interés de confundir las cosas, es habitual que la chacra mixta sea asociada a la idea de una granja o el lugar de residencia del chacarero, caricaturización interesada que hacen sus detractores. Ellos conocen muy bien lo eficiente que es, y por eso la atacan y descalifican tildándola de inviable u obsoleta. Hay una intencionalidad más que interesada para invisibilizarla y deslegitimarla, pues es una prueba viva e irrefutable de que se puede hacer otra agricultura, más rentable y eficaz que el monocultivo y al servicio de la soberanía y la seguridad alimentarias.

Nuestra chacra mixta sigue siendo imbatible a la hora de compararla con otras formas de tenencia de la tierra y de organización de la producción, como el rentismo, los pools o las estancias. Desde todo punto de vista, la chacra supera a sus competidores. Tomemos el parámetro que se quiera: ambiental, agronómico, económico, cultural, social; desde donde se la mire, es superior y más apta para garantizar producción con ocupación geopolítica del territorio, generando empleo y abastecimiento de alimentos con benignidad ambiental, al servicio de la seguridad y la soberanía alimentarias.

Empecemos por definir bien lo que es la chacra mixta. Hay que evitar a los barulleros de la eficiencia productivista. Estos confunden los conceptos y se quieren apropiar de palabras con alta significación social y política, como “chacra” y “chacarero”. Actúan por cuenta y orden de la concentración económica, son voceros pagos de las burguesías intermediarias y grandes corporaciones, cuyo objetivo central es desacreditar este extraordinario instrumento productivo para validar definitivamente el paradigma sojero exportador sin productores.

La chacra mixta es la explotación agropecuaria que ronda una unidad económica, en más o en menos, que no puede calificarse como estancia, manejada por sus propios dueños con residencia efectiva en el predio o no, que combina en proporciones disímiles agricultura con ganadería en cualquiera de sus variantes, tanto agrícolas como ganaderas.

Chacra y chacarero
Una cosa es plantar soja y otra ser chacarero. Héctor Huergo, el principal difusor del monocultivo de soja, con concentración de tierras y renta, no sin astucia llama chacarero a todo aquel que planta soja, sin discriminar tamaño de la explotación ni diversificación productiva. Solo quiere apropiarse de un término simpático que le otorgue legitimidad social y política al monocultivo y la concentración de tierras y renta. Pero no existe chacarero sin chacra ni chacra sin chacarero. Son una unidad inseparable e imposible de analizar dicotómicamente; es por eso que en la definición hemos puesto toda la atención en reflejar y conservar el concepto histórico, que nace con nuestra colonización agraria y se extiende hasta nuestros días. Esta definición refleja no solo una forma de vincularse con la tierra –desde lo filosófico, lo económico y lo social–, sino también el tamaño, que en materia de posesión de tierras es central.

La extensión de la propiedad rural va por delante, define y categoriza al poseedor de tierra: pequeño, mediano y terrateniente son extractos económicos, sociales y culturales distintos y en los extremos absolutamente antagónicos. Una cosa es la chacra y el chacarero, y otra la estancia y el estanciero, o el fideicomiso y el empresario rural o financiero, que ejerce la producción agrícola pero no tiene tierras ni arraigo. Chacarero es el que tiene chacra, que hoy es una de las formas de ejercer la actividad agrícola, pero no la única. La más virtuosa, según nuestro concepto, además de la más amenazada y en peligro de extinción.

Confusión
La chacra mixta no implica solo rotar cultivos agrícolas. A veces se confunde la decisión agronómica o económica de cambiar de plantíos –por necesidad u obligación– con el concepto de chacra mixta, pero nada tienen que ver. El detalle de la mixtura productiva es lo que frena el agotamiento del suelo, disminuye ostensiblemente el uso de agrotóxicos y agrega fertilidad por la presencia animal en el esquema. Todo por el “mismo precio”.

También se tiende a analizar la viabilidad de la chacra mixta por si el propietario tiene residencia efectiva en el predio o no. En la definición de la chacra mixta la residencia del propietario es cuestión absolutamente accesoria, pues se puede tener un empleado que more en ella. Lo central es que exista la mixtura agrícolo-ganadera.

Otros la confunden con tener una granja o con lo que se denomina el “patio” de la chacra. Son cosas distintas. No cambian la ecuación unas gallinas o un par de chanchos, si en el resto de la explotación predomina el monocultivo. Por lo general, cuando está la presencia humana y constante del chacarero y su familia, siempre hay una quinta y una granja. En la diversificación razonable y planificada reside el concepto de chacra mixta, y esa es su fortaleza económica. Tener un “portafolio” diversificado de productos para vender o para consumo es el secreto de su éxito. Así como los financistas hacen distintos tipos de colocaciones (bonos, acciones, divisas) para minimizar el riesgo, los chacareros que diversifican en cereales y ganados menguan los peligros climáticos y los vaivenes de precios. Es lo que se llama “poner los huevos en distintas canastas”.

No significa volver al caballo y al carro
Vincular la chacra mixta con el atraso o el retroceso es el latiguillo diario que utilizan los glorificadores del monocultivo de soja. Solo ven lo que quieren y les conviene.

Desde la chacra mixta partieron todos los adelantos tecnológicos de la agricultura moderna. Es un verdadero laboratorio experimental donde se prueban las máquinas y fue el seleccionador primario de las mejores semillas. La capacitación y los conocimientos que se trasmitieron de generación en generación son un rasgo distintivo y excepcional de nuestros chacareros, que se pierde definitivamente cuando una chacra se cierra y su dueño abandona la actividad.

Los chacareros son expertos fierreros por naturaleza. Son los que crean, experimentan y modifican los diseños de las máquinas agrícolas, que después las empresas masifican y venden. ¿Quisiera saber cuánto invierten las fábricas metalmecánicas del sector en investigación técnica? Son los chacareros los que mejoran constantemente los productos que luego los industriales fabrican y comercializan. La investigación y prueba de los implementos se hace sobre las tierras de los chacareros, ellos son el “ojo clínico” que da el fallo. Los empresarios son muy duchos en aumentar precios o comprar campos, pero a la hora de invertir en tecnología e investigación no son precisamente un buen ejemplo.

Nada mejor que la chacra para hacer agricultura de precisión y cuidando el ambiente; es el ámbito ideal por tamaño y dedicación personal para desarrollar este tipo de labores. ¿O me van a decir que un megaproductor o un pool de siembra van a prestarle atención personalizada al suelo como lo hace un chacarero? El chacarero conoce hasta el último rincón de su propiedad y le traslada el cariño y el cuidado que solo prodigan los que aman lo que hacen y valoran lo que tienen, ya que, por lo general, es el sacrificio de varias generaciones.


Siembra directa

Una aclaración práctica sobre cómo se ejecuta agronómicamente el modelo, para evitar que los defensores del paradigma de sojización embarren la cancha y lo vendan como ambientalmente sustentable.

La siembra directa es un método de labranza que solo indica la forma en que se pone la semilla en la tierra. No define, ni marca, ni caracteriza por sí misma el modelo. 

Acá estamos impugnando el modelo de producción agrícola al que adhirió la Argentina, no el método que se utiliza para sembrar. Con la siembra directa se puede sembrar todo; no solo soja, sino también maíz, cebada, trigo, girasol, pasturas, lo que sea. Es solo una técnica para labrar la tierra sin roturarla.

El modelo productivo incluye el tamaño de las explotaciones agropecuarias (dato clave) y también cómo se hace (siembra directa o labranza convencional), quién lo hace (productores de rostro humano o pools de siembra), qué se hace (se siembra un solo cultivo o varios, mixto o no), dónde se hace (sobre deforestación y sin respetar las franjas periurbanas o no), cómo se transporta (camión, ferrocarril o barcaza), cómo se vende (directo al exportador o pasando por cooperativas), cómo se carga en los barcos (si previamente el Estado pesa las exportaciones o con una simple declaración jurada).

También es clave cómo se mide ese modelo productivo para saber si es exitoso o no: solo por el volumen producido o interrogándolo con las preguntas que consignamos precedentemente.

Acá manda el mercado, y solo el mercado. Por eso necesitamos más y mejor Estado, que cambie reglas y regule.


Prestadores de servicios

La Argentina ha desarrollado un modelo agrícola de tres pisos: el dueño de la tierra, el prestador de servicios, que es el que siembra, trilla, etcétera, y el pool o megaproductor, que arrienda la tierra y no la trabaja, sino que contrata servicios. Este modelo es similar al del Grito de Alcorta. En aquella época era: el dueño de la tierra, el subarrendador rural y el colono arrendatario.

Hoy el 75 % de la tierra la laboran los contratistas rurales por cuenta y orden de los pools o de los mismos propietarios. Este es un tiempo ideal para que un pequeño propietario vuelva a la chacra mixta. Este es un tiempo tecnológico de gran desarrollo en la agricultura, ideal para que el pequeño y el mediano productor accedan en condiciones de igualdad a todos los adelantos técnicos. Ese debe ser el rol del Estado: lograr que los pequeños productores accedan a la tecnología y a la información que producen los satélites, como el Saocom 1B.

Este esquema de prestadores de servicios –tanto agrícolas como ganaderos–, en el que, sin importar el tamaño del lote, se puede acceder a un trabajo realizado por máquinas de última generación, hace posible lo que en la década del ochenta parecía imposible y era una desventaja competitiva, ya que a la hora de dar vuelta la tierra para sembrar había que tener máquinas propias, y no siempre el más pequeño podía comprarse fierros de última generación para hacer las labores en tiempo y forma.

Agricultura democrática

Necesitamos un amplio acuerdo de las fuerzas progresistas, partidos políticos, organizaciones sociales y gremiales para refundar una agricultura democrática que combine medioambiente, ocupación territorial y rostro humano, todo al servicio de la soberanía y la seguridad alimentarias, que además dé por concluido el conflicto por la 125 –que aún está abierto–.

El campo nacional y popular debe construir una alianza lo más amplia posible por otro modelo agrícola, donde la chacra mixta sea uno de los elementos centrales de la reconfiguración productiva.

Necesitamos mucha fuerza y decisión política si queremos enfrentar al neoliberalismo agrario que circula con asombrosa vitalidad por amplios sectores de nuestro país y también dentro de nuestro propio frente electoral, pues ha logrado colonizar muchas cabezas huecas de ideas nacionales. Hay que salir de la trampa que nos tendió la derecha agraria en cuanto que el único camino posible es la sojización y la concentración de tierras, y volver a pensar en términos de conveniencia nacional. Necesitamos imperiosamente construir una mirada agraria propia, creativa y seria.

Todos somos un poco hijos del debate de la 125, pero ya es tiempo de cerrarlo. Sin duda fuimos influidos por él y nos dejó como herencia residual la nefasta Mesa de Enlace, que pasó de ser un instrumento para conducir un conflicto agrario-impositivo puntual a transformarse en la pata agraria de la derecha política.

También debemos recuperar la Federación Agraria Argentina para la causa nacional y popular. Su subordinación a los intereses neoliberales de la Mesa de Enlace dejó a la agricultura chacarera sin el principal instrumento de defensa gremial. Se subsumió como fuerza de choque de la derecha agraria, que la usó sin escrúpulos ni pudor, haciéndole asumir la agenda de sus enemigos. Luchó a favor de los intereses de los megaproductores como si fueran propios, defendió ideas, valores y formas culturales ajenas a su propia historia. Ayudó, por acción u omisión, a tergiversar su propia historia y la de la colonización agraria y el Grito de Alcorta. Se versionaron los hechos para ser puestos al servicio de los enemigos históricos de la entidad y sus representados. Un disparate que, sin dudas, la historia sabrá justipreciar debidamente. Todo ejecutado por dirigentes totalmente irresponsables que traicionaron una historia de cien años como si fuera una cosa sin importancia ni trascendencia. Se marearon ni bien pisaron el primer estudio de televisión. Solo se preocuparon por su promoción individual y su bienestar económico. No supieron o no quisieron hacer converger las aspiraciones personales, la historia y los intereses que representaban. Optaron por el lado equivocado del conflicto. Fueron empujados por grupos mediáticos hegemónicos que los hicieron partícipes necesarios de un anti-K bobo que solo beneficia a nuestra oligarquía tradicional, es decir, a los enemigos históricos de la Federación Agraria Argentina.





 

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