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Una deconstrucción amistosa o cómo González se dejaría glosar

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primer plano, de frente, de horacio gonzalez




RELECTURAS (Por Juan Sasturain) / Ante lo que considera un serio riesgo de afasia o de redundancia empobrecida, Juan Sasturain opta por glosar lo consabido, recupera el intento primero que cuajó en soneto más o menos bien medido y rimado con que pudo, a duras penas, contar y cantar en su momento lo que se le subía por las ganas de decir lo que sentía. ¿El resultado? Un desembarco en la cocina del poema que escribió entre el 17 y el 20 de noviembre de 2021 y cuya idea visual generadora fue un futuro cuadro en el que, en una mesa de timba casera...
RELECTURAS / Ante lo que considera un serio riesgo de afasia o de redundancia empobrecida, Juan Sasturain opta por glosar lo consabido, recupera el intento primero que cuajó en soneto más o menos bien medido y rimado con que pudo, a duras penas, contar y cantar en su momento lo que se le subía por las ganas de decir lo que sentía. ¿El resultado? Un desembarco en la cocina del poema que escribió entre el 17 y el 20 de noviembre de 2021 y cuya idea visual generadora fue un futuro cuadro en el que, en una mesa de timba casera montada en la especular Sala de Arriba, pujan y dialogan un truco político-existencial los cuatro emblemáticos, brillantes constructores de sentido que la historia de la Biblioteca Nacional nos concedió.

Por Juan Sasturain
Escritor, periodista y guionista de historietas. Es egresado de Letras de la Universidad de Buenos Aires y profesor universitario. Actualmente dirige la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.

Fotos: Sebastián Miquel

La expresión del sentimiento a plazo fijo o la descripción de saberes y aptitudes atribuibles a un sujeto (que es) objeto de fervor, amistad y admiración no son cuestiones menores. Mayores tampoco –no cabe exagerar– sino para quien formula (debe formular) sin red ni otro refugio seguro, las palabras que den cuenta cabal de su sentir. La certeza feroz de que hasta la auténtica y sincera expresión sentimental es una construcción laboriosa contra los cómodos imperativos de una lengua de trapo, vulgar y cansada de copiarse, solo agrega ingredientes morbosos a la cuestión.

¿Cómo expresar lo indecible sino describiendo la incomodidad que pide a gritos salir por la tangente del pudor y la certeza flagrante de la propia sospechosa impostura? 

El que suscribe se hace cargo –por lo menos y cuanto mucho– de esa cuestión de los imperativos estéticos y morales en circunstancias como esta de manipular fervores personales, mostrar la hilacha a la hora de hablar/escribir ante el Otro querido y admirado objeto mudo del discurso.

Por todo eso, ante el serio riesgo de afasia o de amagos de redundancia empobrecida (decir peor lo antes mal dicho) el suscripto opta por glosar lo consabido, recupera el intento primero que cuajó en soneto más o menos bien medido y rimado con que pudo, a duras penas, contar y cantar en su momento lo que se le subía por las ganas de decir lo que sentía. Y acá va el resultado/relectura/reprobable desembarco en la cocina del poema.

Estos son los versos escritos, para Horacio, entre el 17 y el 20 de noviembre de 2021:
    
Falta amigo y truco

Sombra terrible de González, digo
tarde tu nombre para revocarte
la gracia de ejercer el tonto arte 
de la fuga y piantar, solo contigo.

Y no hace falta que te diga amigo  
que duele sin boleros cada parte
de tu todo; pero no para llorarte 
ni mirarnos perplejos el ombligo.

Mejor pensar que te llamó una voz
para sumarte a la mesa inestable
de la Biblio eterna, carpeta feroz.

Nos faltaba uno que cante y hable:
Borges-Groussac contra Moreno y vos,
avatares de un truco interminable.

La idea visual generadora, más soñada que prevista, fue un futuro cuadro grande y rectangular pintado por quién sino Santoro para decorar alguna vez cierta amistosa y vistosa pared de la Biblioteca, casa cuna de González hombre, su último domicilio conocido. La imagen, una mesa de timba casera (“carpeta feroz”) montada en la especular Sala de Arriba, donde pujan y dialogan un truco político-existencial, guiñando y cantando envido y echando la falta por porotos, pateándose por debajo de la mesa, los cuatro emblemáticos, brillantes constructores de sentido que la historia de la Biblio nos legó.
El arranque verbal, apelativo, del poema se le impuso al que suscribe por imperio casi inconsciente de dos textos: el sombrío y ya asombrado Facundo convocado por Sarmiento, seducido desde el arranque por su tema/personaje/pretexto, y el Rilke que en las Elegías asimila famosamente la belleza a “lo terrible que aún podemos soportar”. Ahí está la terribilidad de Horacio. Y el lamento –que de eso se trata– es por haberle concedido el permiso de piantarse solo. 

No hace falta que se aclare que no hay nada más impúdicamente sentimental que un alevoso bolero. Y no hace falta citar a Chico Novarro para que la efusión sea reconocida y tarareada con letra y música mental. 

La explicación/motivo/consuelo de la partida es completar el cuarteto. Como en El Eternauta, empieza un truco entre iguales afines y disímiles. Como en el “Ajedrez” borgiano, la partida es infinita, el duelo eterno entre los dos colores. González solo fue a ocupar la silla vacía que lo esperaba.

Y el título quedó para el final, la síntesis: una pérdida (lo que falta, cantado) y un desafío que Horacio siempre llevó hasta el vale cuatro.

González, qué jugador.




 

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Maiz es una publicación de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. ISSN 2314-1131.


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