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Proclamo el derecho sagrado a la insurrección

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EN PRIMERA PERSONA (Por Laura Hernández Arregui) / Marcada por una historia familiar de política y militancia, pero segura de que ella decide quién quiere ser, Laura Hernández Arregui recupera su experiencia como dirigenta estudiantil y repasa las aristas principales de una lucha que excede el campo educativo tanto como el nacional, y que reconoce en el movimiento feminista la posibilidad de construir de manera plenamente colectiva y transversal. Siempre con la convicción de que una juventud que comprende que es menester no ser indiferente tiene un rol trascendental en la transformación de la realidad y que está en sus manos dar las batallas necesarias para edificar un futuro de soberanía...
EN PRIMERA PERSONA / Marcada por una historia familiar de política y militancia, pero segura de que ella decide quién quiere ser, Laura Hernández Arregui recupera su experiencia como dirigenta estudiantil y repasa las aristas principales de una lucha que excede el campo educativo tanto como el nacional, y que reconoce en el movimiento feminista la posibilidad de construir de manera plenamente colectiva y transversal. Siempre con la convicción de que una juventud que comprende que es menester no ser indiferente tiene un rol trascendental en la transformación de la realidad y que está en sus manos dar las batallas necesarias para edificar un futuro de soberanía política e independencia económica no solo para la Argentina, sino para toda América Latina.

Por Laura Hernández Arregui
Fue presidenta del Centro de Estudiantes del Instituto Libre de Segunda Enseñanza de la UBA (2018). Ese mismo año participó como expositora en el debate por el aborto legal, seguro y gratuito en la Honorable Cámara de Diputados. Es militante del proyecto nacional y popular por la construcción de una Patria Grande políticamente soberana y económicamente independiente.

Fotos: Sebastián Miquel

“Las calles son el Teatro Romántico de la Revolución”, dice Deodoro Roca en 1918 al escribir La nueva generación americana. Siempre me llamó la atención cómo una frase metafóricamente tan hermosa puede sintetizar luchas agotadoras pero al mismo tiempo apasionantes. Asumo que decido comenzar así porque hago una relación entre mi experiencia en las calles y las obras de teatro romántico leídas: por un lado, dificultad, obstáculos y hasta miedo; por el otro, amor, entusiasmo y emoción.

Ante todo, me parece importante compartir una estrategia que empleo a la hora de leer, y es que me resulta útil y enriquecedor conocer a quien escribe en tanto se lea a sí mismo y pueda plasmarlo de alguna manera. Desde mi punto de vista, comprender, aunque mínimamente, a quien se lee nos permite entender el porqué de lo que dice, lo que piensa y lo que defiende. Y, sin más vueltas, me presento.

Tengo, como algunxs sabrán, una historia familiar que no descansa, ni va a descansar, de la política y la militancia. Esto definitivamente me marca y parcialmente me define (porque al fin de cuentas yo decido quién quiero ser). Ideológicamente, esta historia vierte en mí, no porque sea hereditario sino porque me otorga una visión intelectualmente crítica, la comprensión de por qué es necesario ser un país soberano y no perpetuar la dependencia que actualmente nos caracteriza.

Por otro lado, no tan otro lado, me remito directamente a 2018, donde me encuentro como una militante que, orgullosa de serlo, todavía no pierde de vista que para alcanzar los objetivos no basta solo con la pasión, sino que también es esencial la formación. Me parece importante aclarar lo anterior, porque para saberse situadx en un contexto y determinado rol social no hay que caer en la pedantería.

Es en ese año cuando comienzo mi primera experiencia como dirigenta estudiantil al haber sido, junto con mi lista (la gran 47), conducción del Centro de Estudiantes del Instituto Libre de Segunda Enseñanza. Al asumir la responsabilidad y el compromiso de presidenta, el 2018 pasó a convertirse, de un año de fiesta (porque terminaba la secundaria), en uno de pura militancia; me choqué con momentos de estrés incalculable, tristeza y llantos por distintas situaciones abrumadoras y hasta desilusionantes. Por sobre todo, me vi en momentos de gran alegría, orgullo y, principalmente, esperanza porque estábamos levantando un cambio desde el espacio que significa nuestra institución. Ocurrieron muchos cambios, debates, discusiones y situaciones, pero es relevante señalar que todo lo conseguido, y hasta lo no conseguido, me permitió analizar e interpretar cuáles son las luchas sustanciales que hay que llevar adelante. El año pasado dio lugar a una nueva búsqueda: la redefinición teórica de una lucha de naturaleza político-ideológica que hay que generar para poder construir las instituciones que queremos y, consecuentemente, pensar un proyecto nacional de educación.

El movimiento estudiantil históricamente lucha por instituciones que sean consecuentes con sus intereses y objetivos. Pero ¿cuáles son esos intereses? En primer lugar, debemos volver al pasado y reconocer que las luchas estudiantiles tienen una tendencia a ser del pueblo para el pueblo. Un ícono puntual y conocido puede ser la célebre Reforma Universitaria de 1918. Pero, sin detenerme a analizarla, aunque recomiendo que se la tenga en cuenta para futuros estudios y lecturas, salto radicalmente hacia nuestro presente. Hoy por hoy, las luchas estudiantiles las estamos dando en un encuadre ideológico, las pensamos estratégicamente y las desarrollamos conforme las condiciones se presentan y nos permiten llegar a buen puerto.



Junto con lo anterior, y ya que menciono la Reforma Universitaria, me parece necesario reivindicar parte del Manifiesto Liminar, porque paradójicamente (aunque no tanto) hay similitudes con el hoy. Cito: “Se nos acusa ahora de insurrectos en nombre de un orden que no discutimos, pero que nada tiene que hacer con nosotros. Si ello es así, si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho sagrado a la insurrección. Entonces la única puerta que nos queda abierta a la esperanza es el destino heroico de la juventud. El sacrificio es nuestro mejor estímulo; la redención espiritual de las juventudes americanas, nuestra única recompensa, pues sabemos que nuestras verdades lo son –y dolorosas– de todo el continente”.

Encuentro tres elementos que me gustarían resaltar: a) la demostración de que los estudiantes, en calidad de militantes o no, que ponen en discusión aspectos de su educación, son considerados “insurrectos”, “revoltosos”, “vagos”, una serie de calificativos que construyen al estudiante que lucha en una imagen negativa de quien pretende cambiar la realidad en nombre de sí mismo y de lxs otrxs; b) que las discusiones en nuestras instituciones son definitivamente ideológicas y que el enfrentamiento y resolución dependen intrínsecamente de la estrategia del colectivo, junto con su compromiso con la causa y con el resto de sus compañerxs; las luchas no son individuales ni unilaterales, involucran un sacrificio y el reconocimiento de nuestro deber para con nuestra educación, nuestro país y nuestra América Latina; c) que la discusión material es la superficie de una lucha con conciencia latinoamericana (por la naturaleza dependiente de los países sudamericanos, entre ellos, Argentina); esto es, descubrir que a la hora de discutir qué instituciones queremos construir, estamos planteando qué proyecto de país, en el plano de la educación, pretendemos conseguir. Aunque el proyecto no solo se define por la lucha educativa, nosotrxs como parte de las comunidades educativas debemos comprender nuestro rol en la recuperación soberana del país; está en nuestras manos llevar adelante las luchas necesarias para permitir que el pueblo en su conjunto devenga en crítico y conocedor.

Es necesario hablar de un aspecto que se volvió plenamente transversal en todo planteo ideológico: el movimiento feminista. Sin él, absolutamente todo padecería de vaciamiento. En otras palabras, el feminismo nos permitió construir desde enfoques más igualitarios y justos. Con el feminismo nos planteamos un futuro de lucha donde la violencia y el menosprecio hacia las mujeres ya no tenga cabida: el feminismo da lugar a construir de manera verdaderamente colectiva y en unidad.

Actualmente los cambios más profundos que los estudiantes estamos gestando fueron visualizados y desarrollados gracias al movimiento feminista: el pedido constante de protocolos de acción institucional en caso de violencia de género; la real aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral con carácter laico, científico y de forma completa y sin tabúes; el reconocimiento de las identidades disidentes y la consecuente implementación de la Ley 26.743, y que ese reconocimiento no conlleve sufrimiento porque las instituciones ponen resistencia, sino que sea dado con orgullo porque lxs estudiantes consiguen mostrarse conforme quienes son y se animan a darse a conocer bajo su verdadera identidad de género.
También comprendimos que ya no podemos seguir soportando y dando lugar al trato desigual entre estudiantes varones y estudiantes mujeres, o perpetuar el estereotipo patriarcal de “los hombres para Exactas y las mujeres para Sociales”. Ya no soportamos que cuestionen a un compañero si es sensible o caractericen a una compañera disconforme con su identidad, autopercibida, si es más ruda o, como suelen decir, “menos femenina”. Ahora lxs estudiantes no soportamos y decimos No ante la presencia de estereotipos machistas.

En este sentido, es imposible no mencionar la participación de las estudiantes en la lucha por conseguir el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Decidimos involucrarnos plenamente en un debate necesario a la hora de defender nuestra autonomía e independencia como mujeres: no seremos madres si no lo deseamos.

La soberanía sobre nuestros cuerpos es una conquista gigante: decidimos por nosotras y para nosotras. De eso también se trata el feminismo: de buscar nuestros propios caminos y que no haya lugar para imposiciones o condiciones que no dependen de nosotras. Y ahí estuvimos las estudiantes, remarcando a la par de nuestras madres y abuelas que es un derecho humano decidir si queremos o no ser madres.

Llevamos adelante intervenciones en las aulas y conseguimos que sea un tema de debate presente en las clases. Estuvimos en los Martes Verdes y en cada marcha donde el movimiento reivindicaba este derecho. Como siempre se dijo, estuvimos y ya nunca vamos a dejar de estar, porque calladas, nunca más. Y sí, fue y será una lucha difícil, con muchísima carga emocional y física, pero somos protagonistas y es nuestro deber para con nuestra sociedad, nuestro país y nosotras mismas, no parar de reclamarlo hasta conquistarlo.

Entre todo lo dicho, solo cabe una conclusión: los estudiantes somos fundamentales en el desarrollo de nuestra realidad nacional y en la construcción de una ciudadanía comprometida con nuestra historia, presente y futuro. No solamente porque somos muchxs lxs que entendemos la importancia de la deconstrucción (ideológica y cultural), sino porque además comprendemos que es menester no ser indiferentes. Actuar en colectividad, conscientes de nuestra historia, nos va a permitir construir un futuro de soberanía política y justicia social.

De todas maneras, no perdamos de vista que para poder descubrir qué modelo de país queremos alcanzar hace falta que volvamos a teorizar y dejemos de repetir discursos de hace décadas: tomemos las ideas que buscaron formar un país soberano y redefinamos de acuerdo con nuestro presente coyuntural; seamos críticos, pero siempre reivindicando a aquellxs que lucharon por un país mejor, más igualitario e independiente en todas sus formas. Por supuesto que la discusión también es definitivamente de índole económica. Pero lo que mi experiencia y conocimientos me permiten exponer es la trascendencia que tenemos los estudiantes en estas discusiones, disputas y luchas. No solamente por la carga histórica que portamos, sino también por la nueva conciencia que estamos desarrollando en tanto incursionamos en el feminismo, y por consiguiente, las nuevas formas de interpretar la realidad.

Los estudiantes somos parte activa en la construcción histórica; subestimarnos en un error. Llegamos para quedarnos hace mucho y eternamente vamos a estar de la mano de nuestros pueblos para conseguir la autodeterminación que nuestra Patria Grande merece. Ayer, hoy y siempre, lxs estudiantes alzamos nuestras voces para proclamarnos presentes.




 

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