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“Este es un nuevo capítulo de la Patagonia trágica”

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ENTREVISTA (Por Josefina Bolis) / Tristán Bauer es uno de los máximos exponentes del cine documental argentino, y hasta 2015 presidió Radio y Televisión Argentina S.E. En esta charla habla de su último filme como un trabajo urgente ante la desaparición de Santiago Maldonado, surgido de la necesidad de contrarrestar el aberrante discurso de los medios concentrados y de sumarse al clamor...
ENTREVISTA / Tristán Bauer es uno de los máximos exponentes del cine documental argentino, y hasta 2015 presidió Radio y Televisión Argentina S.E. En esta charla habla de su último filme como un trabajo urgente ante la desaparición de Santiago Maldonado, surgido de la necesidad de contrarrestar el aberrante discurso de los medios concentrados y de sumarse al clamor, primero, de “aparición con vida” y, luego, de verdad y justicia tanto por él como por Rafael Nahuel. El constante negacionismo de un gobierno manchado de sangre por la última dictadura y el genocidio indígena, la admiración por la lucha incesante de las comunidades, la certeza de que incluso lo que parece ínfimo frente a un aparato de comunicación monstruoso puede convertirse en algo inmenso y una obligación: intentar que las derrotas se transformen en primavera.

Por Josefina Bolis
Docente de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP y becaria del CONICET.

Fotos: Sebastián Miquel y Borde colectivo fotográfico

Democracia. En tiempos neoliberales, palabra vapuleada si las hay. En los papeles, es la organización de las sociedades donde lo que cuenta es el poder de decisión del pueblo. En la práctica, “el colono no tiene más que un recurso: la fuerza cuando todavía le queda; el indígena no tiene más que una alternativa: la servidumbre o la soberanía”, sintetizó Jean Paul Sartre al prologar el libro en el que Frantz Fanon representó a Los condenados de la tierra.

Asumiendo estas tensiones, si se nos pidiese caracterizar la filmografía de Tristán Bauer con tan sólo una palabra, elegiríamos asimismo “democracia”. La historia del cine documental argentino desde el retorno democrático no puede ser contada sin aludir a su figura. Para hablar de su último estreno, El camino de Santiago. Desaparición y muerte de Santiago Maldonado, debemos remontarnos a 1982, cuando un joven Bauer egresa del Centro de Experimentación y Realización Cinematográfica del Instituto Nacional de Cine (antecesor del INCAA) y funda el colectivo Cine Testimonio. El grupo, que reniega de posturas objetivistas y reconoce el carácter político del cine, se propone trabajar desde el documental social: “rescataba muchos aspectos de la obra de los colectivos militantes de los setenta pero apostando a una forma de hacer cine partiendo de los actores sociales que representaban en la pantalla como fuente de cualquier conclusión” (De Lucía, 2013).

En 1984, Bauer debuta como director junto a Silvia Chanvillard con el cortometraje Ni tan blancos, ni tan indios. El filme, que hace eje en las transformaciones culturales de la comunidad ava guaraní en la provincia de Salta, obtiene menciones especiales del Festival de Cine Antropológico de Mar del Plata y del Primer Festival de Cine de los Pueblos Indígenas de México. Uno de los intereses nodales del colectivo Cine Testimonio es registrar las prácticas y los sentidos que traman las identidades de los pueblos originarios de Nuestra América. Su máxima es llevar a las pantallas, sin intermediarios, las voces y los rostros que han sido excluidos de ellas.

–¿Estás de acuerdo en clasificarlo como “cine militante”? –pregunto.
–No. No… no. –El primer “no” de Tristán Bauer llega rápido y tajante. Pero enseguida los ecos de la negativa ahuyentan tal determinación.
–¿“Comprometido”? –insisto.
–Eh… Bueno, la palabra “militante” es una palabra que yo adoro. Soy militante. Lo he sido desde muy chiquito. Llegué al cine como militante; no llegué ni como director ni como camarógrafo. Yo era proyeccionista. Mi abuelo tenía un viejo proyector Bell & Howell 16mm y nos llegaban las copias que producía Cine Liberación: La hora de los hornos (tres rollos eran) y Perón: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder, que era lo que habían filmado Fernando Solanas y Octavio Getino con Juan Domingo Perón, que mandaban desde España. Y la adaptación del libro de Rodolfo Walsh que hace Jorge Cedrón, Operación Masacre, que era una copia en blanco y negro. Yo era muy chico, tenía trece o catorce años, y como militantes íbamos a casas de vecinos, a iglesias… Nunca me voy a olvidar de cuando vino el padre Mugica, Carlos Mugica, al debate que se hizo sobre La hora de los hornos. Estoy hablando de un pasado lejano, gobierno de Lanusse. Muchas proyecciones eran clandestinas –aclara, interrumpiendo su retrospectiva para tomar un sorbo de café.


Minutos antes, el cineasta me recibía en su departamento al son de “mate o café” y se dirigía a la cocina a prepararlo. Su perro labrador, viejo y enorme, se echó panza arriba apenas lo saludé. Elegí sentarme en uno de los lados de la mesa del comedor. Al regresar, tazas y galletitas en mano, Bauer optó por la cabecera más cercana, a mi derecha. Es por esa contingencia, quizá, que ahora sus ojos proyectan sus recuerdos sobre la pared a la que quedó enfrentado.

–Entonces, nací en el cine desde ahí, desde esa militancia… llevando un proyector que era más grande que yo a cuestas, y una pantalla. Pero yo creo que el cine es un hecho cultural, es un hecho artístico. Moviliza y llega a lugares de la conciencia y también de la sensibilidad del alma como solamente el cine puede llegar.

***

“Las ausencias” es el nombre de la canción que León Gieco compuso para la película El camino de Santiago: “Las ausencias aparecen de la nada/ en cualquier momento del día/ como un refugio de los sueños/ victoriosos, perpetuos.// Siempre presentes/ como el aire al respirar.// Las ausencias que uno no quiso que fueran/ cumplen años y no envejecen./ Clarividente, su última mirada/ dijo todo, ahora nada”.

–Yo no creo en aquellos que dicen que una imagen puede más que mil palabras, porque apareció un poeta y con tres o cuatro palabras te muestra algo a lo que solamente la poesía puede llegar –analiza Bauer–. Pero es verdad que el cine llega a lugares a los que desde otra perspectiva es muy difícil.

La memoria es aquello que nos permite acceder al pasado, parafraseando a Paul Ricoeur (2010), es traer al presente lo ausente. Para hacer tal cosa, es preciso recordar. Esto es, realizar un acto intencional de búsqueda de huellas que, a la vez, requiere de un esfuerzo narrativo. Para recordar hay que relatar. Sumaremos aun un ingrediente más a este paréntesis filosófico: la memoria está anudada a la identidad. Al recordar nos inscribimos en el relato y, así, nos reconocemos.

La trayectoria fílmica de Tristán Bauer ejercita la memoria. Cortázar (1994), Evita, la tumba sin paz (1997), Los libros y la noche (1999), en torno a la obra de Jorge Luis Borges, Iluminados por el fuego (2005), sobre los veteranos de la guerra de Malvinas, y Che, un hombre nuevo (2009), son algunos de los títulos documentales y de ficción que ha dirigido. Sus responsabilidades en la gestión de medios públicos lo alejaron de la dirección audiovisual por casi una década. Su vuelta, nos cuenta, no estuvo planificada.

–Por primera vez ocurrieron dos cosas: una, que trabajé en un tema que a medida que íbamos filmando se iba desarrollando. Es decir, no existía ese lapso, esa perspectiva distinta que te da el mirar después de un tiempo de transcurridos los acontecimientos. La otra cuestión es que al principio ni yo ni mis compañeros nos propusimos hacer una película, porque este proyecto nace apenas llegan los primeros rumores de que hay un desaparecido en la Patagonia, apenas aparece el nombre “Santiago Maldonado”.

Bauer recuerda que una de las primeras cosas que lo empujó a involucrarse en el caso de Santiago fue sumar “una voz que contrarreste el aberrante discurso que se iba disparando desde los medios hegemónicos”, que difundía informaciones falsas para desviar la investigación.

–Hasta ahí era sumar nuestra voz, desde el clamor de “aparición con vida de Santiago Maldonado”. Nos parecía una mentira estar diciendo de nuevo en la Argentina “aparición con vida”. Y sumarnos desde lo que sabíamos hacer, que es comunicar, filmar. Fue un trabajo de urgencia y que surgió desde ese sentimiento absolutamente solidario de sumar nuestra voz desde lo audiovisual al clamor de, primero, “aparición con vida de Santiago Maldonado” y, después, “qué le hicieron a Santiago” y “justicia por Santiago”.


El preestreno del filme fue el 25 de julio de 2018, fecha en la que Santiago Maldonado hubiese cumplido veintinueve años y unos pocos días antes del primer aniversario de su desaparición. Santiago era un militante, un joven que asumió el compromiso de sumar su voz para que se escuchen los reclamos de los olvidados. Veintinueve años. Sólo dos años más que los que tenía el cineasta militante cuando registró los testimonios de la comunidad ava guaraní para intentar inscribirlos en el relato de nuestra historia. El reconocimiento necesita de una narración.

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¿Forma o contenido? ¿Estética o ética? ¿Arte o política? Este es un debate que suele actualizarse en cada pieza del cine documental. El camino de Santiago no da lugar a tal disyuntiva y reemplaza la “o” por la “y”.

–En la película hay algo central, que es el tema de la tierra –sintetiza Bauer–. Antes yo iba con mi cámara y con mi trípode a la Patagonia a filmar y aparecía la tierra como un hilito y el cielo inmenso. Hoy, cuando elevás un dron y lo hacés volar por la estepa, por los lagos, por la cordillera, como si fuera un pájaro que va mirando esa tierra, tomás conciencia como director, y toma conciencia el espectador, de qué estás hablando cuando hablás de la tierra. De la magnitud, la riqueza.

El lugar común de los medios dominantes en la cobertura de las protestas sociales es subrayar los “cómo”, encubriendo los “por qué”. El caso de Santiago Maldonado no fue una excepción. El joven fue reprimido al apoyar la lucha de la comunidad mapuche Pu Lof en Resistencia de Cushamen por la restitución de las tierras ancestrales indígenas, hoy en manos del magnate italiano Luciano Benetton. Territorios de los que fueron desplazados por la fuerza para subastarlos.

El trasfondo menos difundido de la desaparición y muerte de Maldonado fue la discusión por la prórroga de la Ley nacional Nº 26.160, que suspende el desalojo de las comunidades indígenas hasta que se culmine el relevamiento territorial. Menos de tres meses separaban el día de la represión de Gendarmería Nacional a la protesta mapuche en la localidad chubutense y la fecha de caducidad de la norma.

–En la película, si bien hay un eje biográfico que analiza el caso de Santiago, no lo analiza como un eslabón aislado, sino como parte de una cadena de la cultura y de la historia argentina –prosigue el director–. Podríamos haber elegido otro punto, pero nosotros elegimos 1878, la mal llamada Campaña o Conquista del Desierto, que en realidad fue un genocidio espantoso. Tantos hombres y mujeres asesinados allá en la Patagonia, otros que se traen acarreados casi como esclavos a Buenos Aires, tantos muertos en la isla Martín García. Se rompía a las familias y se distribuía a esas mujeres y esos chicos. Ese horror... Y también el reparto de la tierra, en manos de la oligarquía de Buenos Aires y en manos extranjeras. Es posible ver cómo de aquel pasado se mantienen los latifundios y hoy tenés personajes como el magnate Joe Lewis, el inglés que compra el lago Escondido y lo amuralla, y crea ahí su propio paraíso privado, vedando a la gente la posibilidad de acceder al lago, lo cual para empezar es inconstitucional. O Luciano Bene-tton, con casi un millón de hectáreas en la República Argentina.

El diario de Bartolomé Mitre publicó una de las primeras críticas de la película El camino de Santiago. Allí la calificó como “un claro ejemplo de documental político, de cine militante”. Considerando que desde 1870 La Nación es la “tribuna de doctrina” (como reza su centenario lema) de los sectores conservadores, no sería insolente suponer que, en ese contexto, la palabra “militante” adquiere una connotación negativa. Paradójicamente, el autoproclamado medio de adoctrinamiento agrega sobre la película: “incluso con recursos propios del agitprop” (vocablo ruso que contrae los términos “agitación” y “propaganda”). Tampoco produce extrañeza que el texto decida entrecomillar la palabra “genocidio” para hablar de la masacre hacia los pueblos indígenas que el expresidente homónimo, tatarabuelo del actual director del diario, comandó de 1855 a 1863.

–Han registrado testimonios de miembros del pueblo mapuche para el documental. ¿Qué les transmitieron y qué pudieron ver sobre sus condiciones de vida en la actualidad? –indago.
–Lo que ves son condiciones de vida durísimas. No es fácil estar en la estepa patagónica. Son condiciones climáticas por momentos muy hostiles. Y tenés una enorme diversidad. Desde comunidades muy bien organizadas hasta algunos otros grupos que están al borde de la marginación, sumado a una enorme persecución política. Nosotros hemos entrevistado y hemos compartido varias conversaciones con distintos grupos y distintos habitantes de las comunidades mapuches y cada uno tiene su punto de vista, su perspectiva. Tienen un pasado común muy fuerte, comparten la defensa de la tierra y la reivindicación de su cultura frente a esos ataques que viven. La verdad es que, para mí, es admirable cómo luchan, viven, en medio de la hostilidad, todos esos compañeros.

***

¿Qué pasó con Santiago Maldonado? ¿Es posible llegar a la verdad? Tristán Bauer repasa “la sentencia”: “al final la verdad salió a la luz”, “hubo sectores interesados en construir una versión, una historia”, “Maldonado murió ahogado”. Así lo dictaminó la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, en la sede de Canal 13 a cargo de Mirtha Legrand. En tiempos de lawfare, condenas y absoluciones se resuelven en la instancia mediática. Las verificaciones judiciales se realizan a destiempo, y, fuera de agenda, las refutaciones no encuentran caja de resonancia.

–Intentan, desde ese discurso, cerrar el caso y justificarlo –denuncia el cineasta–. Hoy, mientras estamos conversando aquí nosotros, tomando este café, la carátula es muy clara y dice “desaparición forzada de persona”. Así se lo está investigando.
–Sin verla, la ministra Bullrich aseveró que la película era “un relato”, no “la realidad”. ¿Cuál es tu apreciación al respecto?
–Para mí, lo que hizo la ministra Bullrich es una atrocidad más de las que comete. Atacar un hecho cultural como es el cine… hacerlo sin ver la película. Al menos hubiera tenido el tino de dejar pasar más tiempo y que quede la duda de si la había visto o no. Hizo esas declaraciones el día que yo estaba retirando la película del laboratorio. Entonces, me parece una brutalidad, como todo lo que ha hecho este gobierno en ese sentido. El porqué lo hacen… bueno, tienen desesperación por cerrar el caso y por no investigarlo y asumir responsabilidades. Ya la historia… –se interrumpe y menea sutilmente la cabeza hacia arriba y abajo–. Ya la historia los castigará –concluye, convirtiendo lo que podría haber sido una frase hecha en una expresión de profunda certidumbre.
–El gobierno ha tenido un discurso fuertemente negacionista respecto de la dictadura, los desaparecidos, y también respecto del genocidio de los pueblos originarios. ¿Creés que hace especial énfasis en llevar a cabo una reconstrucción de la historia?
–Ellos se han caracterizado, primero, por una pretensión de negar la historia. El último 17 de agosto no nombraron a nuestro general San Martín. Sacaron todos los cuadros de los patriotas de América Latina de la Casa de Gobierno, borraron a San Martín y Belgrano de los billetes de la moneda nacional, transformaron los actos en los cuales nosotros evocamos nuestra Revolución y nuestra Independencia en actos cerrados, sin pueblo presente, vallados y aislados. Negar la historia ha sido una constante de este gobierno. Cosa que yo creo que no tiene ningún sentido, porque la historia está ahí. La historia la evocamos y la vivimos en este presente y es lo único que nos permite proyectarnos a un futuro mejor. Pero sí, ese intento es claro. Si todos ellos están manchados de sangre, o por la dictadura o por el genocidio de la Conquista del Desierto. Entonces, querrán hacer de cuenta que eso no existe. Pero existe, eso está presente, negar los 30 mil desaparecidos, hostigar a todos los organismos de derechos humanos. Hace pocos días en la ciudad de La Plata falleció una… –la palabra elegida se agarrotó en la garganta. Prefirió no empujarla y abandonó la oración. Bajó la mirada y con una mano temblorosa tomó la taza y bebió un sorbo de café frío–. Una mujer luchadora, ejemplar, como era Chicha Mariani. Ni un sólo homenaje. Y no solamente ningún homenaje: una represión en la puerta de donde se estaba velando su cuerpo… espantosa, como hacía años no veíamos. Y bueno, querrán negar la historia, pero la historia está ahí, presente. Y estos seguramente serán olvidados o recordados como lo que son, y Chicha Mariani quedará como un ejemplo para todos nosotros.

***

–¿Por qué creés que el caso de Rafael Nahuel no tuvo tanta llegada a los medios hegemónicos? –le consulto.
–Porque era mapuche –resuelve instantáneamente Bauer–. Lo de Nahuel es tristísimo. Porque era mapuche se habló muy poco del caso. Toda muerte es tremenda, ¿no es cierto? Pero lo de Rafael Nahuel es espantoso. Asesinado por la espalda. Mintiendo una vez más la ministra Bullrich, diciendo que tenía pólvora en las manos, que las dos pericias habían dicho que tenía pólvora en las manos. Primero, la pericia está en análisis y, segundo, una dice que sí y la otra que no. Y la que dice que sí habla de poca, pocos restos de pólvora. Entonces, eso es otra barbaridad. Lo de Rafael Nahuel es realmente espantoso desde todo punto de vista. Y, como vos decís, se ha tapado ese caso. Una muerte tan joven, por la espalda, allí en las montañas del lago Mascardi.

Los años en los que abandonó el cine documental, Tristán Bauer estuvo lejos de mantenerse inactivo. “Estuve mucho tiempo sin filmar porque asumí en canal Encuentro, PakaPaka, después en Canal 7, Radio Nacional, y tristemente no pude filmar”, se lamenta. Como ideólogo y primer gestor de Encuentro, el canal educativo y cultural que en ese entonces dependía del Ministerio de Educación, tuvo a cargo planificar los contenidos de su programación fundacional.

–Una de esas primeras series que me propongo hacer es sobre los pueblos originarios. Hoy y con proyección hacia el pasado, cómo se fueron conformando estos pueblos. Y es una serie de la cual yo estoy absolutamente orgulloso. Seguramente la veo hoy y le voy a querer mejorar trescientas cosas, pero eso me pasa. Primera serie que se hizo en canal Encuentro –enfatiza Bauer–. O sea, era una prioridad nuestra, prioridad absoluta, y ahí está demostrado.
–¿Y cómo evaluás la presencia de las voces de los pueblos indígenas en los medios públicos en la actualidad?
–Yo lo que veo es que se los niega. No están presentes en los medios públicos, y cuando están presentes es para la estigmatización.
–Si lo nacional está cada vez más ausente en los medios públicos, la plurinacionalidad parece directamente invisibilizada –observo.
–Creo que es un concepto sobre el cual tenemos que trabajar muchísimo, ¿no? –admite el cineasta–. La Argentina y nuestra diversidad cultural, la Argentina pluricultural, me parece que es un concepto que tenemos que trabajar mucho más de lo que lo hemos trabajado.

El proceso de participación multisectorial y federal que condujo a la elaboración de la Ley Nº 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual amplió los límites de nuestra democracia. “Haber logrado instalar en la sociedad el debate de la necesidad de una ley que deje atrás la ley de la dictadura y que vaya hacia un 33% de sector privado no monopólico, un 33% de medios públicos fuertes y un 33% para todas las organizaciones del pueblo me parece una verdadera maravilla”, evalúa Bauer. Pero las fronteras democráticas volvieron a contraerse con el decreto con el cual el presidente Mauricio Macri le puso fin a la norma que entendía la comunicación como derecho humano inalienable de los pueblos. La regulación mercantil, o ley del más fuerte, volvió a imperar.

–¿Se está reduciendo el 33% del espectro correspondiente a las organizaciones del pueblo?
–El significado de una empresa que nace como resultado de la fusión Cablevisión-Telecom, con ese capital financiero que la equipara a las empresas más grandes de la República Argentina, no de comunicación, a las más grandes de todas las empresas, e incluyo nuestra empresa de energía YPF… Lo que significa que un grupo reducido se haya apoderado de la fibra óptica, sistemas satelitales, líneas de comunicación, de todos esos circuitos, con la fibra óptica a la cabeza, donde circula la información, circula el conocimiento y, al mismo tiempo, circulan los flujos financieros… Que ese mismo grupo sea el que genere, administre y desarrolle los contenidos que van a crear sentido en nuestra sociedad es una atrocidad como nunca se ha visto en la historia de la República Argentina, jamás. Y eso sí es algo más que preocupante para la democracia.
–En ese contexto, ¿cuáles son las posibilidades de los medios comunitarios, de los medios indígenas, de llevar adelante un proyecto comunicacional?
–Hay que estar conscientes de que no hay ni pequeño ni grande. Cuando yo te describo lo que es el significado de esa fusión, uno dice “bueno, perdimos la batalla, esto es imposible”. No es así. No es así –repite en inflexión ascendente–. Y estas radios comunitarias son mucho más importantes y tienen mucha más potencia de lo que nosotros pensamos. Como tiene potencia un documental. A mí me tocó vivir los tiempos de la dictadura, donde el poder mediático estaba absolutamente en manos de los militares. Y yo iba con mi camarita, en el 79, 80, una bolex a cuerda… iba a la Plaza de Mayo y las veía a las Madres. Esa voz, el megáfono con el cual hablaba Hebe y hablaban las Madres frente a ese aparato mediático hiperconcentrado no parecía chiquito… parecía ínfimo. Esa voz se propagaba hasta los cuarenta metros que llega un megáfono. –Bauer clava la mirada en el vacío y, una vez más, la pared que lo enfrenta le sirve de pantalla. Recuerda, y lo ausente se hace presente. Alquimia propia de un narrador memorioso–. 1977, Walsh, muere su hija, lo van acorralando, le proponen irse al exilio, decide quedarse. Se tiene que ir de Buenos Aires, termina en San Vicente, una casa chiquitita, sin luz, se iluminaba con luz de querosene. Toma su máquina de escribir portátil, porque no podía tener una grande. Compra el papel que se usaba para mandar las cartas aéreas, bien finito, bien liviano, y carbónicos. Y empieza a escribir en esa situación de persecución, en esa soledad, algo que también parecía muy pequeño e insignificante frente a un aparato de represión y de comunicación monstruoso como había instalado la dictadura. Sin embargo, eso que parecía tan pequeñito fue gigantesco –acentúa–. Y fue una voz que logró vencer a la dictadura, que logró trascender incluso a la Argentina, porque finalmente la lucha de las Madres se transformó en una lucha de reconocimiento y de ejemplo universal. Entonces, es verdad que estamos en dificultades, es verdad que muchas veces te sentís impotente y que parece chico lo que estamos haciendo, pero cuidado, porque desde eso pequeño es mucho lo que se puede hacer. Y el grande se puede desplomar muy rápidamente.

***

–¿Cuál es el objetivo de la película?
–La película quiere mantener esa llama encendida de justicia por Santiago Maldonado y también por Rafael Nahuel. Uno de los días más tristes de rodaje, y hubo varios días realmente muy angustiantes, fue cuando estábamos en 25 de Mayo, el pueblo natal de Santiago Maldonado. En medio del llanto de la familia y los amigos, llega la noticia de que había una segunda muerte joven en la Patagonia. A orillas del lago Mascardi había sido asesinado Rafael Nahuel.
–¿Qué significa la muerte de estos jóvenes para nuestra democracia?
–Yo quiero muchísimo a Osvaldo Bayer, he aprendido muchísimo de él y fue quien nos marcó con ese nombre, la Patagonia trágica. Y este es un nuevo capítulo de esa Patagonia trágica. Porque es una tragedia. Es una tragedia para esa madre que nos dio su testimonio en la película, para Stella. Cuando estábamos con ella, con las cámaras, todos llorábamos. Porque el dolor de una madre al tener un hijo desaparecido creo que sólo ellas, las madres, lo pueden expresar. Pero también es un dolor de la misma magnitud para toda la sociedad argentina, para la Argentina como país. Creo que es eso, es una tragedia. En una parte de la película hay un tema de otro querido amigo, que es Daniel Viglietti, que murió hace poco. Y él en una canción dice “de las derrotas crear primavera”. Y creo que situaciones trágicas como esta Patagonia nos obligan a nosotros, a los que podemos seguir, y cada uno desde su lugar, a intentar que esas derrotas se transformen en primavera. Creo que es así.

Frantz Fanon, en Los condenados de la tierra, lo abrevió de este modo: “todo espectador es un cobarde o un traidor”.

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Libertad, fraternidad, igualdad. Son palabras que fisuran una relación de subordinación, que desplazan su carácter incuestionado volviéndola ilegítima e injusta. El ideario de la Revolución francesa dislocó el poder feudal, pero la reacción aristocrática llegó pronto e instauró una nueva monarquía constitucional. Estos hechos merecieron una de las más célebres observaciones de Karl Marx: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.

Esclavizados, humillados, masacrados. Promediaba el siglo XIX cuando la Patagonia se tiñó de sangre hermana. Esa fue la primera vez que ocurrió. Ciento cuarenta años después, una ruin restauración conservadora, con su cortejo de ideas enmohecidas, se figura nuevos desiertos.

Habitamos una tierra castigada por dolorosas ausencias. Frente al negacionismo, memoria.

Referencias

De Lucía, Daniel Omar (2014). “El cine militante y clandestino en la Argentina y la remodelación del imaginario (Relecturas desde el fin de la dictadura hasta el presente)”. En: Pacarina del Sur, Año 5, Nº 18.
Ricoeur, Paul (2010). La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Fanon, Frantz (2001). Los condenados de la tierra. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

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