DEPENDENCIA O PROYECTO NACIONAL / Los modelos neoliberales que –en distintas épocas– se instalaron en Argentina devastaron las capacidades científico-tecnológicas del país. La reconstrucción de esas capacidades es clave para recomponer un proyecto de desarrollo soberano.
Por Diego Hurtado
Doctor en física (UBA), profesor titular en la Escuela de Humanidades (UNSAM) e investigador principal de CONICET en historia. Ocupó cargos de gestión en UNSAM. Fue presidente de la Autoridad Regulatoria Nuclear (2015), miembro del Directorio de la Agencia de I+D+i (2014-2017), secretario de Planeamiento y Políticas de CTI en MINCyT (2019-2023), miembro del Directorio de CONAE (2019-2022) y vicepresidente de la CNEA (2022-2023).
Fotos: Sebastián Miquel
Desde el ingreso de la Argentina al orden neoliberal con la última dictadura cívico-militar genocida (1976-1983), la imposición de un nuevo orden económico fue acompañada de una operación cultural que tuvo tres objetivos: deshistorización, descontextualización y demolición de los imaginarios relacionados con el mundo del trabajo, la inversión pública y los derechos sociales.
Para comprender de qué manera esta operación cultural impacta sobre las actividades de ciencia y tecnología (CyT) es necesario hacer un breve repaso panorámico de la historia económica y política argentina para comprender: la trayectoria sinuosa y traumática de las actividades de producción de conocimiento; algunos períodos excepcionales que se propusieron definir políticas de CyT alineadas con un proyecto de país; y el actual proceso de devastación de las capacidades de CyT que impulsa una modalidad de ultraderecha conservadora, dependiente, rentista y anacrónica.
Para clausurar el actual ciclo de financierización y endeudamiento, extractivismo financierizado y rentabilidades extraordinarias para el poder económico concentrado y reiniciar un sendero de recuperación incremental, redistribución y generación de trabajo digno con equidad creciente, es necesario comprender que la CyT es un componente crucial.
“Desarrollo dependiente”, industrialización y burguesía nacional fallida
Desde la creación de YPF, en 1922, hasta el inicio de las políticas de Martínez de Hoz, en 1976, en el imaginario del campo nacional y popular dominó la representación de una Argentina industrial y soberana, mientras que el poder económico se subordinó a las potencias de turno: primero, a Gran Bretaña, hasta los años cuarenta, y luego de 1955, a Estados Unidos.
A lo largo de este medio siglo (1922-1976), que coincide con la aparición en escena a mediados de la década de 1930 de una comunidad científica nacional embrionaria, solamente entre 1946 y 1955 Argentina pudo alinear la CyT con la definición de sectores estratégicos y un proyecto de país industrial con ampliación de derechos. En el Segundo Plan Quinquenal para el período 1953-1959 y en la revista de divulgación Mundo Atómico –publicada entre 1950 y 1955– se plasma un proyecto ambicioso de agendas de CyT.
Con el derrocamiento del peronismo, durante las décadas de 1960 y 1970, la alianza de gobiernos de facto con el poder económico y el Departamento de Estado de Estados Unidos se materializó en la imposición de la Doctrina de Seguridad Nacional y en la modalidad de “desarrollo dependiente”, donde la inversión extranjera capturó los sectores dinámicos, de retornos crecientes y capital-intensivos. Pensadores como Jorge Schvarzer o Aldo Ferrer demuestran que los grupos económicos locales –aliados y subordinados a la inversión extranjera– se orientaron a la producción primaria y de algunos insumos intermedios y que se bloqueó la consolidación de una burguesía nacional, eslabón perdido en los laberintos de la dependencia económica.
En este período de gobiernos de facto, peronismo proscripto e interregnos de gobiernos “semidemocráticos” interrumpidos por golpes militares, la ilusión desarrollista que suponía que la modernización tecnológica se concretaría por la difusión y la transferencia tecnológica que traería la inversión extranjera demostró ser un espejismo. En este contexto, si bien se institucionalizan las actividades de CyT, no existen políticas sistémicas para el sector. En la región, una corriente conocida como “pensamiento latinoamericano en ciencia, tecnología y desarrollo” descifró la desconexión estructural entre las actividades científicas y el sector productivo, así como las enormes dificultades para generar procesos de acumulación de capacidades tecnológicas con crecientes grados de autonomía.
Desde la izquierda, Oscar Varsavsky, en su libro hoy clásico Ciencia, política y cientificismo (1994), analiza el universalismo científico y el reclamo de libertad de investigación como construcciones ideológicas que se relacionan con la dependencia cultural de la ciencia académica local. Así, explica, parece natural “que todo aspirante a científico mire con reverencia a esa Meca del Norte, crea que cualquier dirección que allí se indique es progresista y única, acuda a sus templos a perfeccionarse, y una vez recibido su espaldarazo mantenga a su regreso –si regresa– un vínculo más fuerte con ella que con su medio social” (p.106).br />
En paralelo a la ciencia académica –básicamente, CONICET y universidades–, hay instituciones de I+D sectoriales en la Argentina –CNEA, CITEFA, Instituto Antártico, INTA, INTI, Instituto Malbrán, entre las más visibles– que no logran estabilizar sus vínculos con demandas productivas y sociales por ausencia de políticas estables que se orienten a un proyecto nacional. Por esos días, pensadores como Oscar Oszlak, Aldo Ferrer o Jorge Sabato señalan que la CNEA y el sector nuclear son una excepción parcial que debe ser tomada como ejemplo a imitar en otros sectores estratégicos.
Ingreso al orden neoliberal, desindustrialización y deuda
Como parte del inicio del proyecto de globalización neoliberal, las reglas de juego para la producción y circulación de conocimiento mutaron en las economías centrales hacia lo que algunos autores, como Sheldon Krimsky o Philip Mirowski, caracterizaron como “privatización del conocimiento”. La principal razón fue el propósito del Gobierno de Estados Unidos y sus grandes corporaciones de traducir su supremacía científico-tecnológica en la mejora de la competitividad de sus empresas y en liderazgo económico.
En Argentina, el ingreso al orden neoliberal a través de un shock recesivo en 1975, la instalación de una dictadura cívico-militar y políticas de terrorismo de Estado impuso una modalidad de neoliberalismo periférico que se caracteriza por: financierización, desindustrialización, privatización de bienes públicos, extranjerización de sectores estratégicos, endeudamiento y fuga. Esta modalidad de neoliberalismo subordinado se completa con un perfil de élites económicas predatorias y rentistas de muy baja calidad y compromiso nulo con el desarrollo y con la imposición de políticas exteriores de sumisión y alineamiento neocolonial a la geopolítica del “patio trasero”. Es clave entender que este proyecto no demanda CyT.
Desde el retorno a la democracia, en diciembre de 1983, los gobiernos de Menem y De la Rúa (1989-2001), Macri (2016-2019) y Milei (desde 2024) representan tres momentos de evolución de esta modalidad anacrónica y antinacional de neoliberalismo, que impulsa un doble proceso: el desmantelamiento de las capacidades estatales de regulación económica y financiera y de gestión de las políticas sociales y productivas, incluidos los derechos laborales, las políticas de salud, educación, industria y CyT; la transformación del Estado remanente –o residual– en Estado corporativo que se oriente a la gestión de la apropiación privada de bienes públicos, al diseño de “mercados” para la cooptación oligopólica o monopólica de sectores estratégicos –agro, minería, energía, salud, infraestructura, telecomunicaciones, transporte, etcétera– y a la gestión del endeudamiento, la financierización y la fuga de excedentes.
En el plano ideológico y cultural, el pensamiento latinoamericano en ciencia, tecnología y desarrollo es reemplazado por el trasplante de una versión caricaturesca del enfoque schumpeteriano, que tiene en su núcleo los fetiches del individualismo, la innovación y el emprendedorismo. Esta operación se corresponde con el reemplazo del paradigma del desarrollo económico y social por un voluntarismo solipsista fundado en la competencia predatoria entre sujetos. En los años noventa, una fracción del progresismo académico que se traga este anzuelo reflexiona sobre la noción de “sistema nacional de innovación” en un escenario de devastación social donde no hay ni sistema ni capacidades de innovación.
Estas contorsiones teóricas y discursivas suman hoy la noción de “capital humano”: “si sabés pedalear, tenés un capital; no sos un trabajador, sino un empresario que tiene un capital”. Este enfoque se propone obliterar el mundo del trabajo, porque ahora resulta que “todos somos empresarios capitalistas”. El problema que enfrentamos hoy, como un componente de la batalla cultural, es que hay muchos fragmentos de discurso neoliberal incrustados en el discurso progresista que generan una mescolanza conceptual que debe ser erradicada del campo popular.
El punto de llegada de esta evolución que lleva medio siglo, con el Gobierno de ultraderecha lumpen que se inició en diciembre de 2023, se plasma en el mega DNU 70 (diciembre de 2023) y la Ley 27.742 “de Bases” (julio de 2024), que buscan imponer límites de subordinación al poder financiero y corporativo no viables para la democracia de un país como Argentina.
A lo que hemos llamado neoliberalismo periférico se suma hoy un componente de extractivismo financierizado, que asume que lo único relevante son los incentivos a la inversión transnacional para la extracción de los recursos naturales a partir de garantías de protección y rentabilidades extraordinarias. Una consecuencia central es la ausencia de consideraciones sociales y económicas en relación con el impacto socioambiental, la capacidad de contralor o la generación de efectos multiplicadores en la economía receptora, como la diversificación de capacidades productivas, el incremento de la complejidad tecnológica o la generación de empleo. En un año y medio, el actual Gobierno destruyó alrededor de dieciséis pymes.
En el plano sociopolítico y cultural, el blindaje de los medios concentrados y la entropía inducida en las redes, aliados al partido judicial y el lawfare, se enfocan en la deshistorización, la descontextualización, la despolitización y el desgarro de la trama social. El blanco estratégico de esta maquinaria es la principal referente del movimiento peronista junto con su espacio político. Hoy, Cristina Fernández, junto con el horizonte de recuperación, redistribución y profundización del proyecto que evolucionó en 2003-2015, son la pesadilla del poder económico concentrado.
Este es el contexto en el que se está produciendo un proceso inédito de destrucción de la CyT, la degradación de sus instituciones y el desmantelamiento o la extranjerización de proyectos estratégicos, en paralelo con la estigmatización y propuestas de desfinanciamiento terminal de las ciencias sociales y las humanidades.
El ciclo de gobiernos kirchneristas y aprendizajes para el futuro
De manera análoga a la excepcionalidad del período 1946-1955 para la CyT dentro del medio siglo del ciclo de industrialización –con aportes híbridos durante los gobiernos de Arturo Frondizi (1958-1962) y Arturo Illia (1963-1966)–, el período 2003-2015 también es una excepción deslumbrante para la CyT dentro del medio siglo de proyecto neoliberal periférico –con aportes parciales e híbridos durante los gobiernos de Raúl Alfonsín (1984-1989) y Alberto Fernández (2019-2023)–.
Luego del colapso de 2001 y el default sobre la deuda externa, se inicia en 2003 un ciclo de gobiernos que se proponen abandonar la matriz neoliberal y se orientan hacia un esquema de desarrollo con ejes en la reindustrialización y la redistribución, que tuvo como condición de posibilidad la recuperación y reconstrucción del Estado. Un componente central de este proceso fue la resignificación del sentido social, económico y cultural de las actividades de CyT.
Desde el inicio se impulsó la producción pública de medicamentos, los sectores de software, biotecnología y nanotecnología, se relanzó el sector nuclear, se iniciaron trayectorias virtuosas en el desarrollo de radares primarios y secundarios y de satélites de observación y geoestacionarios. También se avanzó en tecnología ferroviaria, aeronáutica y naval, y en la mejora de las capacidades tecnológicas y la incorporación creciente de componentes nacionales en los sectores automotriz y de la electrónica de consumo en una batalla por superar las rígidas relaciones de poder al interior de las cadenas de valor global, que asignan a países como Argentina el papel de ensambladores. La expropiación del 51 % del paquete accionario de YPF en 2012 llevó a la creación de la empresa Y-TEC en 2013 –sociedad entre YPF y CONICET–, mientras, en términos generales, se ganaba terreno frente a las fracciones del capital extranjero y se avanzaba en la redistribución del ingreso.
El protagonismo de la empresa INVAP es una pieza clave de las políticas del “poder de compra inteligente del Estado” y emblema de una cultura empresarial innovadora como contrapunto de la cultura predatoria y parasitaria de las fracciones económicas concentradas. En la misma dirección se crea la empresa pública ARSAT, en 2006, para impulsar las comunicaciones satelitales con satélites nacionales. En 2013 se inaugura en Bariloche la empresa CEATSA (Centro de Ensayos de Alta Tecnología), una sociedad entre INVAP y ARSAT, que cuenta con las instalaciones necesarias para hacer los ensayos ambientales para la industria satelital. Entre 2011 y 2015 se ponen en órbita tres satélites de alta complejidad: el SAC-D/Aquarius, ARSAT-1 y ARSAT-2.
Un paso crucial que ubicó la producción de conocimiento en la primera línea de las políticas públicas fue la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCyT), a fines de 2007. Con la vuelta a la democracia, en diciembre de 1983, el CONICET apenas superaba los 2.000 investigadores de carrera. Casi veinte años más tarde, cuando asume Néstor Kirchner, el CONICET tiene apenas 3.500 investigadores y 2.200 becarios. En diciembre de 2015 había 9.200 investigadores y más de 10.000 becarios embarcados en trayectos de formación doctoral de cinco años y dos años adicionales de formación posdoctoral. En paralelo, se crearon quince universidades públicas con criterios de federalización y apoyo a los desarrollos territoriales. En este contexto, se recuperó la educación técnica de nivel medio y se revirtió una tendencia de tres décadas de declinación de las ingenierías.
En el plano de los componentes culturales e ideológicos, durante el período 2003-2015, esta evolución fue acompañada por una transformación del imaginario de buena parte del sector de CyT –con especial influencia sobre las generaciones más jóvenes–, como el programa Raíces, de repatriación de investigadores, y también por iniciativas que lograron incidir sobre la percepción social de la CyT, como el parque temático Tecnópolis y el canal Encuentro.
En síntesis, este ciclo de gobiernos kirchneristas, que se inicia luego de un cuarto de siglo de desindustrialización, financierización, privatizaciones, extranjerización, endeudamiento y fuga, finaliza en 2015 como el período de mayor evolución de la CyT en Argentina desde 1810. Durante estos años, el sector de CyT demostró que es capaz de generar el conocimiento que demandan las políticas sociales y productivas de un proyecto de país. También demostró su capacidad de respuesta durante la pandemia de COVID-19, a pesar de los cuatro años de devastación padecida durante el macrismo.
Superada la pesadilla presente, existen en la Argentina las capacidades de gestión del conocimiento y un sector de CyT capaz de regenerarse y de volver a alinearse detrás de un proyecto de país con producción, redistribución, generación de empleo, apoyo a las pymes y a la economía popular. En este escenario, las ciencias sociales deben jugar un papel crucial en la elaboración del sendero de salida del patrón de valorización financiera y extractivismo financierizado.
Referencias
(Varsavsky, O. (1994). Ciencia, política y cientificismo. CEAL.
Desde el ingreso de la Argentina al orden neoliberal con la última dictadura cívico-militar genocida (1976-1983), la imposición de un nuevo orden económico fue acompañada de una operación cultural que tuvo tres objetivos: deshistorización, descontextualización y demolición de los imaginarios relacionados con el mundo del trabajo, la inversión pública y los derechos sociales.
Para comprender de qué manera esta operación cultural impacta sobre las actividades de ciencia y tecnología (CyT) es necesario hacer un breve repaso panorámico de la historia económica y política argentina para comprender: la trayectoria sinuosa y traumática de las actividades de producción de conocimiento; algunos períodos excepcionales que se propusieron definir políticas de CyT alineadas con un proyecto de país; y el actual proceso de devastación de las capacidades de CyT que impulsa una modalidad de ultraderecha conservadora, dependiente, rentista y anacrónica.
Para clausurar el actual ciclo de financierización y endeudamiento, extractivismo financierizado y rentabilidades extraordinarias para el poder económico concentrado y reiniciar un sendero de recuperación incremental, redistribución y generación de trabajo digno con equidad creciente, es necesario comprender que la CyT es un componente crucial.
“Desarrollo dependiente”, industrialización y burguesía nacional fallida
Desde la creación de YPF, en 1922, hasta el inicio de las políticas de Martínez de Hoz, en 1976, en el imaginario del campo nacional y popular dominó la representación de una Argentina industrial y soberana, mientras que el poder económico se subordinó a las potencias de turno: primero, a Gran Bretaña, hasta los años cuarenta, y luego de 1955, a Estados Unidos.
A lo largo de este medio siglo (1922-1976), que coincide con la aparición en escena a mediados de la década de 1930 de una comunidad científica nacional embrionaria, solamente entre 1946 y 1955 Argentina pudo alinear la CyT con la definición de sectores estratégicos y un proyecto de país industrial con ampliación de derechos. En el Segundo Plan Quinquenal para el período 1953-1959 y en la revista de divulgación Mundo Atómico –publicada entre 1950 y 1955– se plasma un proyecto ambicioso de agendas de CyT.
Con el derrocamiento del peronismo, durante las décadas de 1960 y 1970, la alianza de gobiernos de facto con el poder económico y el Departamento de Estado de Estados Unidos se materializó en la imposición de la Doctrina de Seguridad Nacional y en la modalidad de “desarrollo dependiente”, donde la inversión extranjera capturó los sectores dinámicos, de retornos crecientes y capital-intensivos. Pensadores como Jorge Schvarzer o Aldo Ferrer demuestran que los grupos económicos locales –aliados y subordinados a la inversión extranjera– se orientaron a la producción primaria y de algunos insumos intermedios y que se bloqueó la consolidación de una burguesía nacional, eslabón perdido en los laberintos de la dependencia económica.
En este período de gobiernos de facto, peronismo proscripto e interregnos de gobiernos “semidemocráticos” interrumpidos por golpes militares, la ilusión desarrollista que suponía que la modernización tecnológica se concretaría por la difusión y la transferencia tecnológica que traería la inversión extranjera demostró ser un espejismo. En este contexto, si bien se institucionalizan las actividades de CyT, no existen políticas sistémicas para el sector. En la región, una corriente conocida como “pensamiento latinoamericano en ciencia, tecnología y desarrollo” descifró la desconexión estructural entre las actividades científicas y el sector productivo, así como las enormes dificultades para generar procesos de acumulación de capacidades tecnológicas con crecientes grados de autonomía.
Desde la izquierda, Oscar Varsavsky, en su libro hoy clásico Ciencia, política y cientificismo (1994), analiza el universalismo científico y el reclamo de libertad de investigación como construcciones ideológicas que se relacionan con la dependencia cultural de la ciencia académica local. Así, explica, parece natural “que todo aspirante a científico mire con reverencia a esa Meca del Norte, crea que cualquier dirección que allí se indique es progresista y única, acuda a sus templos a perfeccionarse, y una vez recibido su espaldarazo mantenga a su regreso –si regresa– un vínculo más fuerte con ella que con su medio social” (p.106).br />
En paralelo a la ciencia académica –básicamente, CONICET y universidades–, hay instituciones de I+D sectoriales en la Argentina –CNEA, CITEFA, Instituto Antártico, INTA, INTI, Instituto Malbrán, entre las más visibles– que no logran estabilizar sus vínculos con demandas productivas y sociales por ausencia de políticas estables que se orienten a un proyecto nacional. Por esos días, pensadores como Oscar Oszlak, Aldo Ferrer o Jorge Sabato señalan que la CNEA y el sector nuclear son una excepción parcial que debe ser tomada como ejemplo a imitar en otros sectores estratégicos.
Ingreso al orden neoliberal, desindustrialización y deuda
Como parte del inicio del proyecto de globalización neoliberal, las reglas de juego para la producción y circulación de conocimiento mutaron en las economías centrales hacia lo que algunos autores, como Sheldon Krimsky o Philip Mirowski, caracterizaron como “privatización del conocimiento”. La principal razón fue el propósito del Gobierno de Estados Unidos y sus grandes corporaciones de traducir su supremacía científico-tecnológica en la mejora de la competitividad de sus empresas y en liderazgo económico.
En Argentina, el ingreso al orden neoliberal a través de un shock recesivo en 1975, la instalación de una dictadura cívico-militar y políticas de terrorismo de Estado impuso una modalidad de neoliberalismo periférico que se caracteriza por: financierización, desindustrialización, privatización de bienes públicos, extranjerización de sectores estratégicos, endeudamiento y fuga. Esta modalidad de neoliberalismo subordinado se completa con un perfil de élites económicas predatorias y rentistas de muy baja calidad y compromiso nulo con el desarrollo y con la imposición de políticas exteriores de sumisión y alineamiento neocolonial a la geopolítica del “patio trasero”. Es clave entender que este proyecto no demanda CyT.
Desde el retorno a la democracia, en diciembre de 1983, los gobiernos de Menem y De la Rúa (1989-2001), Macri (2016-2019) y Milei (desde 2024) representan tres momentos de evolución de esta modalidad anacrónica y antinacional de neoliberalismo, que impulsa un doble proceso: el desmantelamiento de las capacidades estatales de regulación económica y financiera y de gestión de las políticas sociales y productivas, incluidos los derechos laborales, las políticas de salud, educación, industria y CyT; la transformación del Estado remanente –o residual– en Estado corporativo que se oriente a la gestión de la apropiación privada de bienes públicos, al diseño de “mercados” para la cooptación oligopólica o monopólica de sectores estratégicos –agro, minería, energía, salud, infraestructura, telecomunicaciones, transporte, etcétera– y a la gestión del endeudamiento, la financierización y la fuga de excedentes.
En el plano ideológico y cultural, el pensamiento latinoamericano en ciencia, tecnología y desarrollo es reemplazado por el trasplante de una versión caricaturesca del enfoque schumpeteriano, que tiene en su núcleo los fetiches del individualismo, la innovación y el emprendedorismo. Esta operación se corresponde con el reemplazo del paradigma del desarrollo económico y social por un voluntarismo solipsista fundado en la competencia predatoria entre sujetos. En los años noventa, una fracción del progresismo académico que se traga este anzuelo reflexiona sobre la noción de “sistema nacional de innovación” en un escenario de devastación social donde no hay ni sistema ni capacidades de innovación.
Estas contorsiones teóricas y discursivas suman hoy la noción de “capital humano”: “si sabés pedalear, tenés un capital; no sos un trabajador, sino un empresario que tiene un capital”. Este enfoque se propone obliterar el mundo del trabajo, porque ahora resulta que “todos somos empresarios capitalistas”. El problema que enfrentamos hoy, como un componente de la batalla cultural, es que hay muchos fragmentos de discurso neoliberal incrustados en el discurso progresista que generan una mescolanza conceptual que debe ser erradicada del campo popular.
El punto de llegada de esta evolución que lleva medio siglo, con el Gobierno de ultraderecha lumpen que se inició en diciembre de 2023, se plasma en el mega DNU 70 (diciembre de 2023) y la Ley 27.742 “de Bases” (julio de 2024), que buscan imponer límites de subordinación al poder financiero y corporativo no viables para la democracia de un país como Argentina.
A lo que hemos llamado neoliberalismo periférico se suma hoy un componente de extractivismo financierizado, que asume que lo único relevante son los incentivos a la inversión transnacional para la extracción de los recursos naturales a partir de garantías de protección y rentabilidades extraordinarias. Una consecuencia central es la ausencia de consideraciones sociales y económicas en relación con el impacto socioambiental, la capacidad de contralor o la generación de efectos multiplicadores en la economía receptora, como la diversificación de capacidades productivas, el incremento de la complejidad tecnológica o la generación de empleo. En un año y medio, el actual Gobierno destruyó alrededor de dieciséis pymes.
En el plano sociopolítico y cultural, el blindaje de los medios concentrados y la entropía inducida en las redes, aliados al partido judicial y el lawfare, se enfocan en la deshistorización, la descontextualización, la despolitización y el desgarro de la trama social. El blanco estratégico de esta maquinaria es la principal referente del movimiento peronista junto con su espacio político. Hoy, Cristina Fernández, junto con el horizonte de recuperación, redistribución y profundización del proyecto que evolucionó en 2003-2015, son la pesadilla del poder económico concentrado.
Este es el contexto en el que se está produciendo un proceso inédito de destrucción de la CyT, la degradación de sus instituciones y el desmantelamiento o la extranjerización de proyectos estratégicos, en paralelo con la estigmatización y propuestas de desfinanciamiento terminal de las ciencias sociales y las humanidades.
El ciclo de gobiernos kirchneristas y aprendizajes para el futuro
De manera análoga a la excepcionalidad del período 1946-1955 para la CyT dentro del medio siglo del ciclo de industrialización –con aportes híbridos durante los gobiernos de Arturo Frondizi (1958-1962) y Arturo Illia (1963-1966)–, el período 2003-2015 también es una excepción deslumbrante para la CyT dentro del medio siglo de proyecto neoliberal periférico –con aportes parciales e híbridos durante los gobiernos de Raúl Alfonsín (1984-1989) y Alberto Fernández (2019-2023)–.
Luego del colapso de 2001 y el default sobre la deuda externa, se inicia en 2003 un ciclo de gobiernos que se proponen abandonar la matriz neoliberal y se orientan hacia un esquema de desarrollo con ejes en la reindustrialización y la redistribución, que tuvo como condición de posibilidad la recuperación y reconstrucción del Estado. Un componente central de este proceso fue la resignificación del sentido social, económico y cultural de las actividades de CyT.
Desde el inicio se impulsó la producción pública de medicamentos, los sectores de software, biotecnología y nanotecnología, se relanzó el sector nuclear, se iniciaron trayectorias virtuosas en el desarrollo de radares primarios y secundarios y de satélites de observación y geoestacionarios. También se avanzó en tecnología ferroviaria, aeronáutica y naval, y en la mejora de las capacidades tecnológicas y la incorporación creciente de componentes nacionales en los sectores automotriz y de la electrónica de consumo en una batalla por superar las rígidas relaciones de poder al interior de las cadenas de valor global, que asignan a países como Argentina el papel de ensambladores. La expropiación del 51 % del paquete accionario de YPF en 2012 llevó a la creación de la empresa Y-TEC en 2013 –sociedad entre YPF y CONICET–, mientras, en términos generales, se ganaba terreno frente a las fracciones del capital extranjero y se avanzaba en la redistribución del ingreso.
El protagonismo de la empresa INVAP es una pieza clave de las políticas del “poder de compra inteligente del Estado” y emblema de una cultura empresarial innovadora como contrapunto de la cultura predatoria y parasitaria de las fracciones económicas concentradas. En la misma dirección se crea la empresa pública ARSAT, en 2006, para impulsar las comunicaciones satelitales con satélites nacionales. En 2013 se inaugura en Bariloche la empresa CEATSA (Centro de Ensayos de Alta Tecnología), una sociedad entre INVAP y ARSAT, que cuenta con las instalaciones necesarias para hacer los ensayos ambientales para la industria satelital. Entre 2011 y 2015 se ponen en órbita tres satélites de alta complejidad: el SAC-D/Aquarius, ARSAT-1 y ARSAT-2.
Un paso crucial que ubicó la producción de conocimiento en la primera línea de las políticas públicas fue la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCyT), a fines de 2007. Con la vuelta a la democracia, en diciembre de 1983, el CONICET apenas superaba los 2.000 investigadores de carrera. Casi veinte años más tarde, cuando asume Néstor Kirchner, el CONICET tiene apenas 3.500 investigadores y 2.200 becarios. En diciembre de 2015 había 9.200 investigadores y más de 10.000 becarios embarcados en trayectos de formación doctoral de cinco años y dos años adicionales de formación posdoctoral. En paralelo, se crearon quince universidades públicas con criterios de federalización y apoyo a los desarrollos territoriales. En este contexto, se recuperó la educación técnica de nivel medio y se revirtió una tendencia de tres décadas de declinación de las ingenierías.
En el plano de los componentes culturales e ideológicos, durante el período 2003-2015, esta evolución fue acompañada por una transformación del imaginario de buena parte del sector de CyT –con especial influencia sobre las generaciones más jóvenes–, como el programa Raíces, de repatriación de investigadores, y también por iniciativas que lograron incidir sobre la percepción social de la CyT, como el parque temático Tecnópolis y el canal Encuentro.
En síntesis, este ciclo de gobiernos kirchneristas, que se inicia luego de un cuarto de siglo de desindustrialización, financierización, privatizaciones, extranjerización, endeudamiento y fuga, finaliza en 2015 como el período de mayor evolución de la CyT en Argentina desde 1810. Durante estos años, el sector de CyT demostró que es capaz de generar el conocimiento que demandan las políticas sociales y productivas de un proyecto de país. También demostró su capacidad de respuesta durante la pandemia de COVID-19, a pesar de los cuatro años de devastación padecida durante el macrismo.
Superada la pesadilla presente, existen en la Argentina las capacidades de gestión del conocimiento y un sector de CyT capaz de regenerarse y de volver a alinearse detrás de un proyecto de país con producción, redistribución, generación de empleo, apoyo a las pymes y a la economía popular. En este escenario, las ciencias sociales deben jugar un papel crucial en la elaboración del sendero de salida del patrón de valorización financiera y extractivismo financierizado.
Referencias
(Varsavsky, O. (1994). Ciencia, política y cientificismo. CEAL.