JUVENTUD, MILITANCIA Y REPRESENTACIÓN / Mientras las redes sociales imponen debates fugaces, los jóvenes exigen políticas profundas. El reto es transformar el descontento en propuestas concretas sin caer en la trampa de la inmediatez.
Por Facundo Pérez Ernst
Militante peronista, estudiante de Derecho (UBA) y creador de contenidos en redes sociales. Forma parte de La Liga de la Justicia Social e impulsa el Sindicato de Influencers.
Fotos: Sebastián Miquel
Es interesante cómo se dice que la juventud no participa en el proceso histórico. Si analizamos las edades de los miembros de la Primera Junta del 25 de mayo de 1810, Mariano Moreno y Juan Larrea, siendo los más jóvenes, fueron los más revolucionarios, mientras que los mayores fueron más conservadores. La juventud siempre lleva la antorcha de la revolución en cualquier proceso histórico.
Para comprender esto hay que mirar la contraparte. En los lugares de poder siempre están los hombres blancos, heterosexuales y mayores de edad. Eso explica que a lo largo de la historia las mujeres, los negros, los homosexuales y otras expresiones hayan ocupado el rol de revolucionarios. La juventud siempre ha estado fuera de los canales institucionales, reclamando su lugar.
La juventud no se volvió de derecha. Si votó a este candidato es porque él representaba algo opuesto a las políticas institucionalizadas, que venían de los espacios de poder. Milei, a pesar de ser parte de esa “casta”, se mostró en contra de esos poderes, lo cual despertó el ADN revolucionario en los jóvenes. Aunque no comulgo con él, en su crítica a la “casta” tiene un punto. Molesta que quien haya aprovechado esa crítica haya sido él, porque el peronismo viene diciendo lo mismo desde hace años. El peronismo es el verdadero “anticasta”, pero, lamentablemente, parte de ese movimiento se “castificó” en el gobierno de Alberto Fernández, quedándose a mitad de camino en las discusiones importantes.
Si hubiera dependido de los jóvenes, se habrían hecho muchas más cosas. Por ejemplo, el caso de Vicentín es claro: la discusión era sobre la comida para los argentinos y cómo hacer todo lo necesario para garantizar que el pueblo argentino pueda comer. Sin embargo, en muchos casos, el peronismo ha fallado al no tomar decisiones definitivas, por tibieza.
Las redes sociales como herramienta política fueron negadas por el peronismo durante mucho tiempo, y es una autocrítica válida. Hoy, si los libertarios ganan la calle online, no es porque sean buenos, sino porque nosotros lo negamos durante años.
La posverdad implica que ya no importa la verdad; lo que importa es lo que se dice, sin importar si es cierto. Ante el ataque de trolls libertarios en redes sociales, ¿conviene responder y contar la verdad? En este mundo tan instantáneo, donde todo se reduce a contenidos rápidos, es difícil tener un debate profundo. Los videos en Instagram, por ejemplo, no permiten explicaciones detalladas. Y la política debe hacer su trabajo, y no depender de los recortes para las redes sociales. El dirigente político no debe dejarse correr por Instagram, él debe dar un discurso coherente y fundamentado, con propuestas claras. Su misión es profundizar las discusiones que en redes sociales el mismo sistema veta.
A veces, como generador de contenido, me encuentro explicando por qué no hay que aceptar lo que propone el Gobierno, y me veo haciendo contenido conservador.
El peronismo debe replantear su enfoque hacia los jóvenes, necesitamos reinventar, imaginar un mundo nuevo. En eso la juventud es fundamental, nadie tiene más creatividad que ellos. Es clave que se les dé un espacio en la política. Para abordar problemas como la legislación laboral, hay que pensar en nuevos derechos que se adapten a la realidad actual, especialmente con fenómenos como los contratos encubiertos en plataformas tecnológicas.
El ejemplo del shadowban –“baneo en la sombra”– en redes sociales muestra cómo las leyes laborales no se aplican en el contexto digital. Los trabajadores en redes sociales, como los community managers, enfrentan una suspensión laboral sin tener los mismos derechos que los trabajadores tradicionales. Es necesario que el peronismo piense en estos nuevos derechos laborales, considerando las nuevas formas de trabajo que surgen con la tecnología. Por nuestra parte, los jóvenes ya lo estamos trabajando.
Es crucial que los dirigentes políticos no se limiten a la superficie y se atrevan a proponer soluciones profundas. La política no puede quedar reducida a tuits o videos de un minuto en Instagram: los dirigentes deben proponer ideas que resuelvan realmente los problemas de la gente. Para esto, el peronismo debe estar abierto a dar debates profundos, sin depender de la inmediatez de un tuit.
Por último, el peronismo no puede perder la calle, pero tampoco debe negar las redes sociales. Ambas son esenciales. No se trata de simplificar, diciendo que si se está en redes no se está en la calle. Los que estamos en las redes también debemos estar en el territorio, participando activamente en la acción política.
Lo primero es no cerrarse al debate. Por ejemplo, en relación con el mercado laboral. Todos, de alguna manera, estamos conectados con el trabajo, aunque no todos se consideren trabajadores. El taxista, que ve al Uber como un “garca”, también es un trabajador, aunque sea en una forma distinta. Hablar de trabajo puede condensar esa diversidad, pero decir “trabajadores” no tiene el mismo impacto en la sociedad que cuando Perón salió al balcón en 1945. Consecuencia directa del neoliberalismo de fin del siglo XX. Debemos encontrar un denominador común que pueda acercarnos a todos.
Si quiero llegar a un público más amplio, ¿cómo hago? No puedo quedarme solo con los términos políticos tradicionales. Quizás debamos hablar de consumidores, un concepto que abarque a más personas. Vivimos en un mundo tan fragmentado que encontrar un factor común es difícil.
A veces, ni siquiera “argentinos” parece ser una palabra que nos una. Por ejemplo, Milei reconoció el argumento británico sobre las Malvinas y no pasó nada. Ya ni siquiera la identidad argentina parece ser tan clara.
Perón sigue teniendo una vigencia enorme, y leerlo es fundamental. Sin embargo, es difícil pedirle a los jóvenes que lean algo de 1968, como La hora de los pueblos, que sigue más vigente que nunca. En nuestro caso, lanzamos el Sindicato de Influencer, precisamente para darle un sentido sindical a un concepto contemporáneo, aunque para muchos no tenga sentido sindicalizar a un influencer. Nuestra intención es darle ese sentido y conectar dos mundos muy distintos.
La legislación laboral, por ejemplo, aún proviene del siglo XX, y aunque no debemos retroceder en derechos, necesitamos pensar en nuevos. Desde el Sindicato de Influencers estamos pensando en nuevas legislaciones, como las relacionadas con los influencers, las aplicaciones de delivery, Uber, etcétera. Aún no tenemos respuestas definitivas, pero estamos dispuestos a trabajar en conjunto con quienes comparten nuestra visión.
La política está llena de gente con una visión del siglo XX, y el joven, que se siente excluido de la política, cree que no tiene nada que hacer allí. Se le da el voto joven, pero nunca se le permite participar realmente. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, está frenada la reforma de la Constitución que baja la edad para ser intendente o concejal a veintiún años. El joven vota desde los dieciséis, pero no tiene representación política real.
Debe haber voto joven, pero también candidatos jóvenes. Sin eso, no habrá un verdadero trasvasamiento generacional. La política ya no puede esperar a un líder iluminado que solucione todo. La solución está en el trabajo colectivo, en dar debates profundos que la política actual no puede abordar porque está atrapada en una “casta” que no escucha a la gente. Es importante sortear esos obstáculos, no vivir siempre a la defensiva, esperando que otros nos arrebaten los derechos. Necesitamos pensar cómo reconstruir el sistema, cómo reformar la Constitución si es necesario. A veces el conservadurismo impide que se apliquen los cambios que ya se hicieron, como la falta de un defensor del pueblo, una figura que sería muy saludable tener.
El peronismo debe dejar de ser un movimiento de defensa de lo que ya conseguimos, y pasar a ser un movimiento de expansión de derechos. Lo que conseguimos en el pasado ya no es suficiente para la sociedad actual, y debemos ir por más. Es fundamental escuchar a los jóvenes, no solo a través de un mate o una foto de campaña. Los jóvenes deben estar en cargos de decisión, porque solo alguien que entienda el mundo actual podrá pensar leyes para el mundo actual. La política necesita una renovación generacional.
La juventud tiene una respuesta, aunque no en una sola persona, sino en la juventud organizada, que está dispuesta a discutir cómo cambiar este sistema.
Es interesante cómo se dice que la juventud no participa en el proceso histórico. Si analizamos las edades de los miembros de la Primera Junta del 25 de mayo de 1810, Mariano Moreno y Juan Larrea, siendo los más jóvenes, fueron los más revolucionarios, mientras que los mayores fueron más conservadores. La juventud siempre lleva la antorcha de la revolución en cualquier proceso histórico.
Para comprender esto hay que mirar la contraparte. En los lugares de poder siempre están los hombres blancos, heterosexuales y mayores de edad. Eso explica que a lo largo de la historia las mujeres, los negros, los homosexuales y otras expresiones hayan ocupado el rol de revolucionarios. La juventud siempre ha estado fuera de los canales institucionales, reclamando su lugar.
La juventud no se volvió de derecha. Si votó a este candidato es porque él representaba algo opuesto a las políticas institucionalizadas, que venían de los espacios de poder. Milei, a pesar de ser parte de esa “casta”, se mostró en contra de esos poderes, lo cual despertó el ADN revolucionario en los jóvenes. Aunque no comulgo con él, en su crítica a la “casta” tiene un punto. Molesta que quien haya aprovechado esa crítica haya sido él, porque el peronismo viene diciendo lo mismo desde hace años. El peronismo es el verdadero “anticasta”, pero, lamentablemente, parte de ese movimiento se “castificó” en el gobierno de Alberto Fernández, quedándose a mitad de camino en las discusiones importantes.
Si hubiera dependido de los jóvenes, se habrían hecho muchas más cosas. Por ejemplo, el caso de Vicentín es claro: la discusión era sobre la comida para los argentinos y cómo hacer todo lo necesario para garantizar que el pueblo argentino pueda comer. Sin embargo, en muchos casos, el peronismo ha fallado al no tomar decisiones definitivas, por tibieza.
Las redes sociales como herramienta política fueron negadas por el peronismo durante mucho tiempo, y es una autocrítica válida. Hoy, si los libertarios ganan la calle online, no es porque sean buenos, sino porque nosotros lo negamos durante años.
La posverdad implica que ya no importa la verdad; lo que importa es lo que se dice, sin importar si es cierto. Ante el ataque de trolls libertarios en redes sociales, ¿conviene responder y contar la verdad? En este mundo tan instantáneo, donde todo se reduce a contenidos rápidos, es difícil tener un debate profundo. Los videos en Instagram, por ejemplo, no permiten explicaciones detalladas. Y la política debe hacer su trabajo, y no depender de los recortes para las redes sociales. El dirigente político no debe dejarse correr por Instagram, él debe dar un discurso coherente y fundamentado, con propuestas claras. Su misión es profundizar las discusiones que en redes sociales el mismo sistema veta.
A veces, como generador de contenido, me encuentro explicando por qué no hay que aceptar lo que propone el Gobierno, y me veo haciendo contenido conservador.
El peronismo debe replantear su enfoque hacia los jóvenes, necesitamos reinventar, imaginar un mundo nuevo. En eso la juventud es fundamental, nadie tiene más creatividad que ellos. Es clave que se les dé un espacio en la política. Para abordar problemas como la legislación laboral, hay que pensar en nuevos derechos que se adapten a la realidad actual, especialmente con fenómenos como los contratos encubiertos en plataformas tecnológicas.
El ejemplo del shadowban –“baneo en la sombra”– en redes sociales muestra cómo las leyes laborales no se aplican en el contexto digital. Los trabajadores en redes sociales, como los community managers, enfrentan una suspensión laboral sin tener los mismos derechos que los trabajadores tradicionales. Es necesario que el peronismo piense en estos nuevos derechos laborales, considerando las nuevas formas de trabajo que surgen con la tecnología. Por nuestra parte, los jóvenes ya lo estamos trabajando.
Es crucial que los dirigentes políticos no se limiten a la superficie y se atrevan a proponer soluciones profundas. La política no puede quedar reducida a tuits o videos de un minuto en Instagram: los dirigentes deben proponer ideas que resuelvan realmente los problemas de la gente. Para esto, el peronismo debe estar abierto a dar debates profundos, sin depender de la inmediatez de un tuit.
Por último, el peronismo no puede perder la calle, pero tampoco debe negar las redes sociales. Ambas son esenciales. No se trata de simplificar, diciendo que si se está en redes no se está en la calle. Los que estamos en las redes también debemos estar en el territorio, participando activamente en la acción política.
Lo primero es no cerrarse al debate. Por ejemplo, en relación con el mercado laboral. Todos, de alguna manera, estamos conectados con el trabajo, aunque no todos se consideren trabajadores. El taxista, que ve al Uber como un “garca”, también es un trabajador, aunque sea en una forma distinta. Hablar de trabajo puede condensar esa diversidad, pero decir “trabajadores” no tiene el mismo impacto en la sociedad que cuando Perón salió al balcón en 1945. Consecuencia directa del neoliberalismo de fin del siglo XX. Debemos encontrar un denominador común que pueda acercarnos a todos.
Si quiero llegar a un público más amplio, ¿cómo hago? No puedo quedarme solo con los términos políticos tradicionales. Quizás debamos hablar de consumidores, un concepto que abarque a más personas. Vivimos en un mundo tan fragmentado que encontrar un factor común es difícil.
A veces, ni siquiera “argentinos” parece ser una palabra que nos una. Por ejemplo, Milei reconoció el argumento británico sobre las Malvinas y no pasó nada. Ya ni siquiera la identidad argentina parece ser tan clara.
Perón sigue teniendo una vigencia enorme, y leerlo es fundamental. Sin embargo, es difícil pedirle a los jóvenes que lean algo de 1968, como La hora de los pueblos, que sigue más vigente que nunca. En nuestro caso, lanzamos el Sindicato de Influencer, precisamente para darle un sentido sindical a un concepto contemporáneo, aunque para muchos no tenga sentido sindicalizar a un influencer. Nuestra intención es darle ese sentido y conectar dos mundos muy distintos.
La legislación laboral, por ejemplo, aún proviene del siglo XX, y aunque no debemos retroceder en derechos, necesitamos pensar en nuevos. Desde el Sindicato de Influencers estamos pensando en nuevas legislaciones, como las relacionadas con los influencers, las aplicaciones de delivery, Uber, etcétera. Aún no tenemos respuestas definitivas, pero estamos dispuestos a trabajar en conjunto con quienes comparten nuestra visión.
La política está llena de gente con una visión del siglo XX, y el joven, que se siente excluido de la política, cree que no tiene nada que hacer allí. Se le da el voto joven, pero nunca se le permite participar realmente. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, está frenada la reforma de la Constitución que baja la edad para ser intendente o concejal a veintiún años. El joven vota desde los dieciséis, pero no tiene representación política real.
Debe haber voto joven, pero también candidatos jóvenes. Sin eso, no habrá un verdadero trasvasamiento generacional. La política ya no puede esperar a un líder iluminado que solucione todo. La solución está en el trabajo colectivo, en dar debates profundos que la política actual no puede abordar porque está atrapada en una “casta” que no escucha a la gente. Es importante sortear esos obstáculos, no vivir siempre a la defensiva, esperando que otros nos arrebaten los derechos. Necesitamos pensar cómo reconstruir el sistema, cómo reformar la Constitución si es necesario. A veces el conservadurismo impide que se apliquen los cambios que ya se hicieron, como la falta de un defensor del pueblo, una figura que sería muy saludable tener.
El peronismo debe dejar de ser un movimiento de defensa de lo que ya conseguimos, y pasar a ser un movimiento de expansión de derechos. Lo que conseguimos en el pasado ya no es suficiente para la sociedad actual, y debemos ir por más. Es fundamental escuchar a los jóvenes, no solo a través de un mate o una foto de campaña. Los jóvenes deben estar en cargos de decisión, porque solo alguien que entienda el mundo actual podrá pensar leyes para el mundo actual. La política necesita una renovación generacional.
La juventud tiene una respuesta, aunque no en una sola persona, sino en la juventud organizada, que está dispuesta a discutir cómo cambiar este sistema.