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Desde el Sur

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Por Mariano Memolli / CIENCIA / Mientras se discontinúan los cruceros de investigación y decae la presencia científica en el Atlántico Sur y la Antártida tanto como en los foros internacionales, el desarrollo de la actividad antártica argentina muestra que esta es un instrumento fundamental para sostener los intereses de nuestro país en una zona de conflicto. Desde la base Orcadas, pasando por la primera campaña y el Instituto Antártico creado por Perón, hasta la iniciativa Pampa Azul...
CIENCIA / Mientras se discontinúan los cruceros de investigación y decae la presencia científica en el Atlántico Sur y la Antártida tanto como en los foros internacionales, el desarrollo de la actividad antártica argentina muestra que esta es un instrumento fundamental para sostener los intereses de nuestro país en una zona de conflicto. Desde la base Orcadas, pasando por la primera campaña y el Instituto Antártico creado por Perón, hasta la iniciativa Pampa Azul impulsada por Cristina Fernández, aquí, ejemplos incuestionables del poder político de la ciencia cuando no se la concibe como un gasto, sino como una inversión.

Por Mariano Memolli
Médico y docente de la Universidad Nacional de Lanús. Fue director nacional del Antártico (2003-2016). Actualmente integra la asociación científica y de protección ambiental ECOAntártida.

Fotos: Sebastián Miquel

La visión de las islas Malvinas desde el Sur es más amplia que desde el mapa establecido con el eje en el ecuador. La Argentina Antártica es una importante extensión que también incluye los territorios marinos polares. El primer dato relevante sobre la Península Antártica es el Arco de las Antillas Australes o Arco de Scotia, en la desembocadura oriental del Pasaje de Drake, que es nada menos que la unión de los océanos Atlántico y Pacífico. Este estrecho –caracterizado por ser uno de los más tempestuosos del mundo– juega un rol importante en el clima del planeta, ya que ha sido responsable, en parte, de la glaciación en el Eoceno-Oligoceno, hace unos 35 millones de años, y jugó un papel esencial en el enfriamiento del Mioceno medio. A su vez, cuando se produjo la deriva de los continentes se abrió el estrecho de Tasmania, dejando una geografía perfecta para la Corriente Circumpolar Antártica (CCA), que aisló al continente que hoy no tiene una población autóctona. La CCA y el Pasaje de Drake tienen un rol muy significativo en el clima mundial y en la matriz alimentaria pesquera.

La superficie que representa el Arco de Scotia –para utilizar la toponimia internacional, aceptada también por muchos científicos argentinos– tiene una longitud de 4.350 km. Si se traza la cuerda del arco, la superficie ronda los 2.000.000 km2, con una geomorfología particular, diferente de la que se observa en la cordillera de los Andes. Allí emergen dos archipiélagos relevantes para la Argentina: el de las Georgias del Sur y el de las Sandwich del Sur, ambos en poder ilegítimo e ilegal del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. El límite norte del Arco es con la plataforma y el talud continental argentino de las islas Malvinas y la Patagonia.

Si bien no se puede decir que haya una continuidad geológica con la cordillera, existe una de tipo geográfica y política entre Malvinas, Georgias, Sandwich y la Antártida. El mapa ilustra la importancia del territorio nacional e incluye el territorio marino.

La historia enseña la importancia dada por el país, desde siempre, a los territorios australes, en especial a las Malvinas, donde había población nacional que fue desalojada por la fuerza. En la Antártida, el primer asentamiento permanente del mundo fue la base científica Orcadas, dependiente del Ministerio de Agricultura y Ganadería, inaugurada en 1904. El objetivo de sus dotaciones iniciales fue estudiar el clima, los fenómenos meteorológicos, el geomagnetismo, y también sentar bases soberanas al instalar una estafeta postal a la que luego se le sumó el telégrafo. Al buscar las series de datos meteorológicos para evaluar el cambio climático global, la más completa es la de Orcadas.



Este asentamiento complicó el interés británico por establecer la continuidad política entre Malvinas y la Antártida. Una base civil de tinte científico es un hecho de ocupación efectiva por el que no pueden protestar. La ciencia dio un ejemplo claro de su poder político. Estos argumentos sirvieron para apoyar a científicos de otras nacionalidades que recalaban en el puerto de Buenos Aires para abastecerse y continuar hacia la Antártida. Uno de ellos fue Roald Amundsen, primero en llegar al Polo Sur, quien agradeció en varias oportunidades el apoyo. Otro fue el médico francés Jean-Baptiste Charcot, que, en agradecimiento por el apoyo a su expedición, denominó a un archipiélago antártico con el nombre de islas Argentina. La isla Uruguay fue nombrada así en conmemoración del rescate a la Expedición Antártica Sueca en la isla Cerro Nevado por parte de la nave argentina Corbeta ARA Uruguay. La actividad argentina molestaba. La preocupación británica creció, por lo que, cuarenta años después, instalaron una base antártica.

Hoy las políticas del Estado nacional están alejadas de la defensa de nuestra soberanía basada en la investigación científica, el desarrollo de la industria nacional (con el desarrollo de satélites y radares, por ejemplo) y el fortalecimiento de las instituciones académicas.

Uno de los primeros actos de gobierno de Perón en 1946 fue revitalizar la Comisión Nacional del Antártico para que le presentara un informe sobre la soberanía argentina en la Antártida. El trabajo estuvo a cargo de Pascual La Rosa. Se convocó a científicos, técnicos y militares para producir un documento concluyente sobre la política a seguir en los años sucesivos, quienes aconsejaron reforzar la cantidad de bases, realizar más expediciones científicas y de exploración, y crear una conciencia “antártica” entre los argentinos.

El gobierno avanzó entonces implementando lo propuesto, estableció el uso del mapa bicontinental y generó series de estampillas con la temática antártica. El general Hernán Pujato fue un importante aliado en la realización de esta empresa, que tuvo puntos de especial interés tales como la primera campaña científica en 1951, la creación del Instituto Antártico Argentino (IAA) y la instalación de bases en el Sector Antártico. El gobierno británico, tomando debida nota del desarrollo argentino en el sur, trató de disminuir la influencia internacional que tenía el país en los foros diplomáticos y científicos. La opinión pública comenzaba a utilizar topónimos nacionales en lugar de británicos.

La creación de un pueblo en la base Esperanza no se realizó por el golpe de Estado de 1955 –que además no validó muchos de los topónimos argentinos para descubrimientos geográficos de Pujato hechos en la Antártida–. Pero se pasó por alto que Argentina había instalado un pequeño refugio en una isla. El refugio Esquivel se instaló en la isla Morrell –o Tule–, en las Sandwich del Sur, no se protestó y dio lugar a que en la campaña 1975/1976 se instalara la base Corbeta Uruguay. Esta formaba parte del grupo de bases científicas argentinas, respetando las bases del Tratado Antártico y dependiendo de la Dirección Nacional del Antártico. De este modo se logró una ocupación efectiva y científica dentro del enclave colonial británico en el Atlántico Sur, aunque no duraría tanto como la base Orcadas. En la primavera de 1982, luego de la capitulación de Puerto Argentino, los ocupantes de la base son desalojados y esta es ofrecida al British Antarctic Survey. Al no ser de interés para los científicos británicos, termina siendo dinamitada. Treinta y cinco años después se observa el real beneficio de la zona de Georgias y Sandwich del Sur para los británicos.



Queda claro el rol que debe jugar la ciencia como instrumento para la generación de políticas soberanas en un sector en conflicto. Los miembros de la Commonwealth y países europeos trabajan en un nuevo rol de las ciencias sociales para afianzar las pretensiones de los Estados con mayor despliegue en la Antártida y disminuir la influencia de aquellos con mayor historia pero que no son cercanos al interés británico. En varios foros de investigaciones antárticas se presentan documentos sobre los avances de la ciencia en las islas del Atlántico Sur, donde Gran Bretaña hace sentir el poder real sobre sus posesiones ilegales e ilegítimas al utilizar la toponimia británica en lugar de la argentina o la doble toponimia, como señalan las Naciones Unidas.

También es importante el incremento de estímulos a la investigación vinculada a la conservación de la biodiversidad y la protección ambiental en las islas subantárticas por parte de los países angloparlantes, europeos y los Estados Unidos. Argentina siempre tuvo una posición contraria a estas inclusiones debido a la imposibilidad de acceder libremente a sus territorios, como son las Georgias y Sandwich y los espacios marinos circundantes. No obstante, la iniciativa Pampa Azul, lanzada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, rompió con esta quietud. Se decidió avanzar con la investigación en el Atlántico Sur y otras zonas de interés científico, como el golfo San Jorge y la desembocadura del Río de la Plata. También tuvo un fuerte impacto la creación del Área Marina Protegida Banco Namuncurá, conocida asimismo como Banco Burdwood, ubicada al sur de Malvinas y con un valor estratégico muy significativo por los ecosistemas presentes en la zona.

Otra de las áreas de especial interés fue el Frente del Talud Continental/Agujero Azul, al oeste de Malvinas, y las islas subantárticas Georgias y Sandwich. Se realizó un crucero de investigación científica a las Georgias utilizando el buque Dr. Eduardo L. Holmberg del Instituto Nacional de Investigaciones y Desarrollo Pesquero (INIDEP), con científicos del IAA y el INIDEP. Para investigaciones conservacionistas marinas dentro del área de la Convención para la Conservación de Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) no es necesaria ninguna autorización: las aguas pueden navegarse libremente con el aviso a las partes y colocando el pabellón de la CCRVMA en el buque –en esa travesía, un avión militar británico sobrevoló la nave científica y luego esta fue inspeccionada por un navío militar. Al corroborar el fin científico, la expedición pudo continuar con sus tareas–.

Un hecho poco conocido ha sido la creación del South Atlantic Environmental Research Institute (SAERI) para la preservación de los ecosistemas presentes en las islas Malvinas, que ha servido para “limpiar” la imagen colonialista y militarista británica. Muchos de sus investigadores y aliados comenzaron a generar reuniones para dar la noticia al mundo de las “correctas políticas ambientales” que el gobierno de Malvinas tiene para las zonas de incumbencia y dejar en un tercer plano la iniciativa Pampa Azul que presentó la Argentina en varias oportunidades. Era molesto para científicos, ambientalistas y técnicos no diplomáticos de los países miembros del Tratado Antártico que las delegaciones argentinas protestaran a viva voz y por escrito toda vez que se mencionaran de forma incorrecta los territorios soberanos de Argentina. Muchos de los países no angloparlantes podían ver la tenacidad y continuidad del reclamo en todos los lugares en donde se hiciera referencia al gobierno ilegal e ilegítimo de las islas. La respuesta británica fue intensificar la exploración científica y ambiental, invitar a otros a incorporarse a sus proyectos y dar mucha más difusión a las actividades llevadas a cabo en la Antártida.

La investigación científica es una importante herramienta para sostener los intereses de nuestro país en una zona de conflicto. Se debe profundizar la utilización del concepto de soberanía científica en todos los ámbitos de la ciencia argentina, su interrelación con la generación de innovación tecnológica y, por ende, la mayor demanda de trabajo genuino en la industria nacional. En el caso de Pampa Azul, el objetivo fue parcialmente cumplido en la etapa inicial.
Hoy las políticas del Estado nacional están alejadas de la defensa de nuestra soberanía basada en la investigación científica, el desarrollo de la industria nacional (con el desarrollo de satélites y radares, por ejemplo) y el fortalecimiento de las instituciones académicas. Los cruceros de investigación se discontinuaron, aun con el nuevo buque adquirido por el CONICET durante el año 2015 para reemplazar al Holmberg en sus travesías a las islas Georgias y Sandwich. La presencia científica argentina decayó en el Atlántico Sur y la Antártida. En los foros internacionales bajó la participación de científicos y cuadros técnicos, disminuyendo la influencia del pensamiento nacional en los espacios donde se generan contenidos políticos que luego utilizan las potencias colonialistas.

La defensa de la soberanía no es un hecho meramente militar, es una construcción colectiva que requiere de conocimientos y gestión. El conocimiento profundo del territorio es central, no puede teorizarse si no se vivencia el día a día y tampoco puede dejarse librado a la autorregulación (pues entonces triunfarán, inevitablemente, los que más recursos tengan). Lograr la soberanía científica es un trabajo de la política, y no es un gasto, es una inversión.

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