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Por Eleonora Menicucci / EL GOLPE A LA PRESIDENTA ELECTA Y LA RESISTENCIA DE LAS BRASILERAS / El objetivo principal fue frenar la continuidad de un proceso de transformación social que sacó a cuarenta millones de la pobreza. Pero, además, el que destituyó a Dilma Rousseff en mayo de 2016 fue un golpe machista articulado por hombres blancos, ricos y voraces que se alzaron como estructuradores del patriarcado brasilero que une género...
EL GOLPE A LA PRESIDENTA ELECTA Y LA RESISTENCIA DE LAS BRASILERAS / El objetivo principal fue frenar la continuidad de un proceso de transformación social que sacó a cuarenta millones de la pobreza. Pero, además, el que destituyó a Dilma Rousseff en mayo de 2016 fue un golpe machista articulado por hombres blancos, ricos y voraces que se alzaron como estructuradores del patriarcado brasilero que une género, raza y clase. No sólo desalojó a una presidenta y once ministras: desterró infinidad de derechos concretos para infinidad de brasileras que saben que los que se metieron con Dilma se metieron también con ellas. Las mujeres en la primera línea de la resistencia.

Por Eleonora Menicucci
Ex ministra de Políticas para las Mujeres del Gobierno electo de la Presidenta Dilma Rousseff. Profesora titular en Salud colectiva de la Universidad Federal de San Pablo.

Fotos: Sebastián Miquel

Traducción: Mariana Caviglia y Lía Gómez

El golpe parlamentario que retiró del poder a la presidenta Dilma Rousseff en mayo de 2016, además de haber sido un movimiento dirigido a interrumpir un proceso de transformaciones sociales en el Brasil, tuvo también un fuerte componente de discriminación de género: Dilma fue la primera mujer electa Presidenta en un país de cultura marcadamente patriarcal.

Una vez en el Gobierno, no sólo continuó el programa de inclusión social iniciado por el presidente Lula en 2003, sino que profundizó muchos de sus ejes centrales, principalmente en relación con las políticas para las mujeres. Ante ese escenario, estaba dada la venia para que los opositores al proyecto –el gran capital, especialmente el financiero y el mediático, en manos de tan sólo tres familias que detentan el control de los principales medios de comunicación– urdieran y pusieran en marcha el engranaje que llevó al golpe.

A esa alianza opositora se sumaron luego sectores mayoritarios de la clase media, incómodos con el ascenso de millones de brasileras y brasileros a lo que se definió como nueva clase media, o, mejor dicho, nueva clase trabajadora, la cual tuvo un poder de compra ampliado nunca visto en la historia de Brasil. Se quejaban, por ejemplo, de que los aeropuertos se parecían cada vez más a las terminales de ómnibus, ya que el aumento de los salarios por encima de la inflación y una mejor distribución de la renta habían posibilitado el acceso de un gran número de hombres y mujeres a los viajes aéreos. Se acababa así la distinción y el privilegio que les parecían naturales, casi como “un don divino” de no pertenecer a la misma clase social de los hasta entonces excluidos, que ahora accedían, también, desde a celulares e Internet, pasando por la compra de autos y bienes de consumo durables, hasta a las universidades.

Partiendo de este análisis es que afirmo que estamos a poco más de un año de la vigencia de un golpe patriarcal, sexista, capitalista, fundamentalista, mediático y parlamentario, que desalojó de la Presidencia de la República a la primera mujer electa y reelecta con más de 54 millones de votos. O sea, en esa caldera de intereses, es preciso enfatizar la incapacidad para aceptar que el poder era ejercido por una mujer, a la que, por tanto, se trató con la falta de educación, civilidad y respeto que caracteriza al comportamiento machista en general, tal como veremos más adelante.

Si nos preguntamos quiénes son los grandes articuladores de este golpe en vigencia, podemos responder, sin duda alguna, que son hombres blancos, ricos, violentos y voraces que se alzaron como estructuradores del patriarcado brasilero que une género, raza y clase. La foto de la toma de posesión del gabinete de Michel Temer le chocó a la población: no había allí siquiera una mujer ni una persona negra. Todos los presentes en esa imagen pertenecen a la misma clase social y a los mismos grupos de intereses. Y buena parte de ellos se encuentra, además, acusada de corrupción.



En un año, con una voracidad jamás vista, arremeten contra las políticas sociales que sustentan la vida cotidiana, eliminan derechos civiles, sociales y laborales que garantizan la ciudadanía, y privatizan todos los bienes públicos. Petrobrás, que está siendo saqueada y vendida al capital internacional, constituye un buen ejemplo de esto último, al igual que la amenaza de vender las tierras brasileras a extranjeros (lo que está prohibido por ley hasta hoy), o el intento de entregar a manos privadas el enorme acuífero que yace en el subsuelo nacional.

Nos encontramos, así, ante un enorme retroceso resultante de la implementación de políticas cuyo foco no está puesto en la inclusión social ni en la garantía de los derechos humanos fundamentales, y que, lejos de atender a los más vulnerables, buscan consentir a los sectores más conservadores y fundamentalistas de la sociedad. Así lo evidencian, entre otras tantas cosas, las Directrices Curriculares Nacionales publicadas por el Ministerio de Educación, que orientan la enseñanza en toda la educación básica brasilera y que fueron fruto de un minucioso trabajo de consulta y debate con todos los actores involucrados durante el Gobierno de la presidenta Dilma, pero de las cuales, en esta nueva versión del Gobierno golpista, fueron eliminadas todas las referencias al género y la orientación sexual. Y también es una tristísima muestra de ese retroceso la aprobación de la reforma de la enseñanza media, con la inclusión en la base nacional del currículo de la perspectiva de la “Escuela sin Partido”, despojada de las disciplinas críticas, cuyo objetivo no es otro que formar ciudadanos adiestrados y obedientes.

Todas y cada una de estas “reformas” a las que nos enfrentamos, con ingredientes de orden político y social, se asientan, en especial, en la modificación de la política económica, con fuerte desregulación y orientación hacia los intereses del mercado. El principal objetivo es recaudar más recursos para el pago de los intereses exorbitantes de la creciente deuda pública. Es decir que parte del presupuesto nacional, al que se congela por veinte años mientras no se fija un techo a los fondos destinados al pago de esos intereses, es entregado a los acreedores de la deuda. El capital financiero aplaude y agradece.

Una mirada retrospectiva en la línea de tiempo del golpe, que tuvo sus inicios con las manifestaciones de 2013, deja claro que el capital que dirige a los involucrados aprovechó y financió las manifestaciones de derecha, conocidas como “coxinh@s”1. La primera de estas implicó la violencia sexual explícita contra la Presidenta en la apertura de la Copa del Mundo en 2014, cuando hinchas ricos y de derecha gritaron contra ella palabras de bajísima calaña e insultos de significado sexual, “Ei, Dilma, VTNC”2, expresión amplificada con indisfrazable placer por los medios de comunicación y reiterada a lo largo del proceso que culminó con el impeachment contra la Presidenta.



Este período estuvo marcado por manifestaciones en las calles en las que los participantes bramaban contra la corrupción –aun cuando hasta los adversarios reconocían que Dilma no era corrupta–, apelando a consignas fascistas, racistas y misóginas. Todavía provoca malestar, por ejemplo, el recuerdo de las calcomanías con la imagen de Dilma con las piernas abiertas, hartamente distribuidas para ser colocadas en los tanques de combustible de los automóviles. ¿Cuándo una agresión semejante se ha cometido contra un hombre? Y aún también causa vergüenza e indignación en las personas serias, incluso opositoras al Gobierno de Dilma, la sesión de la Cámara de Diputados que el domingo 17 de abril de 2016 autorizó que la Presidenta fuera apartada de su cargo.

Esa, más que una sesión parlamentaria, fue un espectáculo de vulgaridad y terror, en el que diputadas y diputados, la mayoría notoriamente corruptos y de pasado impresentable, se manifestaron por el “Sí” en nombre de la familia, de la propiedad y de la patria. Ninguno presentó, como es sabido, argumentos que comprobaran las acusaciones que se le endilgaban a la Presidenta. Tal demostración de bajeza y falta de decoro político hubiese bastado para anular el resultado de esa votación, pero esto no sucedió porque el golpe ya estaba en marcha independientemente de la comprobación de las acusaciones, las cuales, en efecto, interesaban muy poco.

***

El protagonismo de las mujeres en la lucha contra el golpe y en la resistencia tuvo, sin duda alguna, un primer motivo: en la elección de la presidenta Dilma y en su reelección, las mujeres brasileras se sintieron notablemente representadas, y aquella representación no era sólo simbólica.

Dilma, la que había alcanzado el máximo cargo del poder político, era una mujer igual a ellas: una mujer separada, sin un hombre a su lado, que, a diferencia de las candidatas que hacían publicidad electoral sexista (al contrario de la “mulher laranja”3), tenía una trayectoria de vida íntegra: ética, honesta y siempre dedicada a la lucha por la democracia y la justicia social. Esto hizo que millones de mujeres se identificaran con ella y pensaran, entonces, “Yo también puedo”, tanto como que sintieran que lo que estaban haciendo con Dilma lo estaban haciendo también con ellas. Por eso resistían, le mandaban flores y la abrazaban cada vez que podían.

Este, simbólico e inequívoco, es uno de los factores estructurantes del protagonismo de las mujeres: si se meten con ella, se meten conmigo. Pero hay también un segundo factor que tiene lugar ahora. Porque en la época del golpe el retroceso era de género: retirar a una presidenta y once ministras del poder. Pero hoy, en la resistencia, con esta avalancha de medidas retroactivas y crueles que el Gobierno golpista está implementando, las mujeres se encuentran con que, además de eso, hay una pérdida de derechos concretos.

Las mujeres conquistaron en la Constitución Federal de 1988 el derecho a jubilarse con cinco años menos de edad y de contribución que los hombres. Sin embargo, con el proyecto de reforma previsional enviado por Temer al Congreso, todo se va a igualar, de modo que nosotras tendremos que trabajar 49 años para recibir el 100% de la jubilación. Cuestión que fue determinante para que las mujeres brasileras estuvieran al frente de la resistencia al golpe hasta hoy, independientemente de sus pertenencias político-partidarias: así como este año el carnaval se convirtió en el Carnaval del Fora Temer, en las marchas con millares de participantes del 8 de marzo, Día internacional de la mujer, la palabra de orden fue, nuevamente, esa misma consigna.

Y lo mismo ocurre con multiplicidad de conquistas importantísimas que las mujeres alcanzaron y experimentaron durante los Gobiernos de Lula y Dilma, a partir de la implementación de diversas políticas sociales que beneficiaron y benefician a la población más pobre de nuestro país. ¿Quiénes son los pobres? La población negra y la población femenina. Sacamos a 40 millones de la pobreza.

El programa “Bolsa Família” significó para las mujeres una forma de acceso a la ciudadanía, porque la tarjeta para retirar los recursos asignados estaba a su nombre; más de un millón de trabajadoras rurales, hasta entonces sin ningún tipo de registro civil, recibieron sus documentos de identidad; y en la región Nordeste del país, constantemente asolada por la sequía, la colocación de las cisternas necesarias para traer agua a las casas hizo que infinidad de mujeres, a las que tradicionalmente les correspondía abastecer la casa y a la familia, dejasen de caminar kilómetros cada día para buscar agua. A la vez, en otros programas importantes como el “Minha Casa, Minha Vida”, que benefició a millones de familias pobres, la titularidad de la propiedad fue, en muchos casos, para las mujeres, incluso en casos de separación conyugal, en los que son ellas quienes quedan a cargo de los hijos. Y en el PRONATEC (“Programa Nacional de Acesso ao Ensino Técnico e Emprego”) fueron ellas las que respondieron por la mayoría de las matrículas y pudo observarse un cambio interesante en relación con los cursos por los que optaron: en una proporción relevante, no eligieron aquellos que generalmente se consideran “para mujeres” –manicuría, peluquería, costura–, sino los cursos que las capacitaban para trabajar en las plataformas de petróleo, en el manejo de vehículos pesados, en la construcción civil, en la reparación de productos de la industria blanca, como mecánicas o electricistas.

A la vez, desde el Ministerio de las Mujeres, que fue creado en el Gobierno de Lula, se produjeron grandes avances en las políticas de lucha contra la violencia, con programas fundamentales como el “Mulher viver sem violência”. En este sentido, cabe señalar, además, que en el área de salud la Presidenta dictó una resolución para universalizar la atención a las mujeres en situación de violencia y en casos de violación, lo que implica la posibilidad de aborto en los casos previstos por la ley y también la oferta de anticoncepción de emergencia.

Si la reforma del Sistema Previsional fuera aprobada, será la más cruel y trágica reforma para toda la población, pero sobre todo para las mujeres, a quienes cada una de estas medidas busca reconducirnos a lugares de los cuales nosotras ya salimos. No podemos aceptar semejante retroceso ni pérdida de derechos.

Por último, pero no por eso menos importante, no es posible dejar de mencionar (sobre todo si se considera que más del 90% de los trabajadores domésticos son mujeres, la mayoría negras y de baja escolarización) la aprobación de la propuesta de enmienda a la Constitución, que incluyó el reconocimiento de los derechos laborales de las empleadas domésticas en pie de igualdad con otras profesiones.

Se trató, en todos los casos, de avances inmensos que, desde la llegada de Temer, fueron en su mayoría modificados, desarticulados o paralizados. Pues, tal como dijo Simone de Beauvoir, en momentos de crisis los cortes siempre suceden primero en las acciones dirigidas a la vida de las mujeres. Esto, porque el patriarcado es el sustentáculo del capitalismo, el pilar que sostiene las políticas neoliberales. Si la reforma del Sistema Previsional fuera aprobada, será la más cruel y trágica reforma para toda la población, pero sobre todo para las mujeres, a quienes cada una de estas medidas busca reconducirnos a lugares tales como el lavadero y la cocina, lugares de los cuales nosotras ya salimos. No podemos aceptar semejante retroceso ni pérdida de derechos.

En el plano político, esta regresión se ve representada, por ejemplo, en el número irrisorio de ministras (apenas dos en veintisiete ministerios) y en el desmantelamiento de programas que garantizan la emancipación y la igualdad de género. En lo que respecta al rol de la mujer en la sociedad, el símbolo es la exaltación de la primera dama como ejemplo de mujer bella, recatada y de hogar, en clara contraposición a la imagen de la presidenta Dilma. El pronunciamiento de Michel Temer en el acto en homenaje a la mujer realizado el 8 de marzo es, en este punto, esclarecedor, puesto que en esa ocasión enalteció lo que para él son las mayores cualidades y responsabilidades de las mujeres: ocuparse de la educación de los hijos y velar por el bienestar de la familia. Y, por si fuera poco, culminó el discurso subrayando que ellas pueden tener gran participación en la economía porque “nadie es más capaz de indicar los desajustes de precios en el supermercado que una mujer”.

En la sociedad, esto se refleja en el recrudecimiento de los casos de violencia física, acoso sexual y asedio moral público contra las mujeres que involucran, incluso, a personas famosas. Los movimientos feministas y de mujeres reaccionan y denuncian tales agresiones y humillaciones en las redes sociales y en las manifestaciones. Una emisora poderosa de televisión, de hecho, tuvo que responder, en una semana, a esa reacción, apartando a un actor consagrado de la novela en la que trabajaba por acoso sexual a una vestuarista, y eliminando a un participante de Big Brother Brasil por agresión a su novia en la casa en que se desarrolla el reality show.

Con todo, y como sostuvo en un artículo el diario digital Brasil 247, este incremento de los casos de violencia de género es la seña de que, desde la asunción de Temer, la mujer brasilera fue degradada. A un año de ello, y conforme esto ocurre, el responsable de este golpe machista no consigue salir siquiera del palacio presidencial, mientras Dilma da conferencias en Europa y Estados Unidos y recibe el reconocimiento internacional.

En ese contexto, resulta lamentable, aunque no sorprende, que el Ministerio de las Mujeres haya sido rebajado al nivel de una secretaría nacional, tercer escalón del Ministerio de Derechos Humanos, sin autonomía y sin recursos para implementar mínimamente proyectos que atiendan las necesidades y reivindicaciones de las mujeres.

Desde el punto de vista de la conservación de lo conquistado, todo esto es muy ruin, y todo indica que empeorará. Porque el objetivo no es sólo recortar derechos, sino consolidar la pérdida de los mismos. Por eso, si nosotras, las mujeres, no permanecemos en las calles con datos, con argumentos, con fundamento y valor para reivindicar, para protestar, para visibilizar lo que perdemos y lo que vamos a perder, será muy difícil no sólo recuperar eso, sino también, y sobre todo, retomar una cuestión fundamental: la democracia. Porque, como militante contra la dictadura militar, y después presa y torturada, sé cuánta sangre derramó mi generación para reinstaurar la democracia en nuestro país.

Notas

1 Apelativo con que los sectores populares denominan a los integrantes de las clases medias y altas que participan de estas manifestaciones.
2 “Vai Tomar No Cu”.
3 Fue una de las tantas candidatas que se presentó y exhibió como un objeto sexual, buscando de ese modo captar los votos del electorado.

Agradezco inmensamente la colaboración de la amiga y compañera Linda Goulart, que gentilmente revisó y editó este texto para mí.

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