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Historia de una causa nacional y latinoamericana

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Por Carlos Ciappina / PERMANENCIAS / Para América Latina, Asia o África, el colonialismo sólo ha significado devastación, destrucción de culturas y saqueo de recursos, pero para naciones como Gran Bretaña, la rapiña en beneficio de sus propias élites es el modo natural de ubicarse en el mundo. La apropiación de las Malvinas por la fuerza, el sostenimiento...
PERMANENCIAS / Para América Latina, Asia o África, el colonialismo sólo ha significado devastación, destrucción de culturas y saqueo de recursos, pero para naciones como Gran Bretaña, la rapiña en beneficio de sus propias élites es el modo natural de ubicarse en el mundo. La apropiación de las Malvinas por la fuerza, el sostenimiento de la ocupación y la recurrente negativa británica a tratar pacíficamente la cuestión son parte de esa historia. Una que no refiere a hechos aislados ni a un problema exclusivamente argentino, sino a la absoluta vigencia de las prácticas depredatorias de un desubicado poder que aspira a continuar siendo imperial aún en este siglo.

Por Carlos Ciappina
Doctor en comunicación e historiador, especialista en historia de América Latina. Docente e investigador de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

Fotos: Sebastián Miquel

Referirnos a las islas Malvinas –y todas las del Atlántico Sur ocupadas por el Imperio británico– implica abordar un tema que habilita múltiples reflexiones y análisis, y que, a la vez, desde que miles de jóvenes han sufrido y cientos han muerto por la presencia colonialista, no puede tratarse sólo racional o académicamente.

Hoy, en 2017, referirse a las Malvinas es demostrar la absoluta vigencia de las prácticas colonialistas de las potencias europeas en nuestro país y en América Latina. Decir colonialismo es decir prepotencia militar y simbólica, discriminación y racismo, apropiación indebida de recursos estratégicos, consagración de la ley del más fuerte en desmedro del derecho internacional. Todas cuestiones que tienen lugar actualmente aquí, en nuestras tierras (las tierras malvinenses) y frente a nuestras costas.

Comprender el colonialismo significa entender que desde el siglo XV las potencias europeas se han desplegado por Asia, África y América buscando los recursos naturales, humanos –la esclavitud moderna es un “invento” europeo– y territoriales en beneficio de las élites de naciones como Gran Bretaña, Francia, España, Portugal, Bélgica, Holanda y, más tardíamente, Italia y Alemania. Para América Latina, Asia o África, el colonialismo sólo ha significado depredación, destrucción de culturas y civilizaciones, agotamiento de recursos naturales y destrucción del medioambiente; pero para naciones como Gran Bretaña, es el “modo natural” de ubicarse en el mundo. Que no es ni ha sido una práctica aislada lo demuestra el hecho incontrastable de que el Imperio británico ha invadido a lo largo de su historia todos los actuales países de nuestro continente –incluyendo a Estados Unidos y Canadá, que fueron sus colonias–, con la única excepción de Bolivia y Paraguay. Y en algunos, como en el nuestro, se ha quedado.



También es necesario destacar que hay un modo “colonial” de ver la realidad desde nuestros propios países. Ya lo señalaban Arturo Jauretche y Scalabrini Ortiz al analizar el extrañamiento de nuestra propia realidad que se evidenciaba al estudiar la educación primaria y secundaria, la Universidad, el rol de los grandes medios de comunicación: lo que se denominaba “la cultura” en todos sus niveles. Durante largas décadas fuimos formados en una historia, un “modo de ver el mundo” generado precisamente por el colonialismo, logrando el éxito máximo de una política cultural: que los propios sujetos sometidos lo vivan como lo deseable y, más aún, como lo civilizado.

Una larga historia de depredación

Las islas son “descubiertas” en la expedición de Magallanes y pasan a formar parte del Imperio español. A partir de 1766 quedan bajo la administración de la Gobernación de Buenos Aires con el nombre de Gobernación de las Islas Malvinas, y desde 1778, del Virreinato del Río de la Plata. Con la Declaración de Independencia de 1816, las Provincias Unidas del Río de la Plata heredan la totalidad del territorio, de modo que a nadie le extraña que en 1820 retomen la posesión formal de las Malvinas y nombren a su primer comandante militar en la etapa independiente, un soldado de origen guaraní, Pablo Areguatí, que llega a las islas en 1823. En 1826, Luis Vernet y Jorge Pacheco fundan allí el primer establecimiento permanente, y tres años después, en 1829, Vernet es nombrado primer comandante político y militar de las islas. En 1830 tres buques norteamericanos son detenidos y expulsados por cazar focas sin autorización. En septiembre de 1832 se instala en las islas un nuevo gobernador nombrado por Buenos Aires, junto a una pequeña guarnición de soldados. En diciembre, una expedición con buques de guerra las invade por orden del almirantazgo británico. No se instalan pidiendo permiso, realizando un plebiscito o consultando al gobierno: lo hacen por el uso liso y llano de la fuerza, que es el modo por el cual siguen sosteniendo allí la ocupación.

Mezcla de estallido social y levantamiento contra el invasor, la epopeya de los gauchos comandados por Rivero es la primera resistencia a la ocupación por la fuerza del Imperio británico.

Los invasores establecen un rígido sistema de trabajo, sobreexplotando a los gauchos argentinos y charrúas de las islas. El entrerriano Antonio Rivero se subleva y, tras ejecutar a los responsables de los destratos y humillaciones, arrea el pabellón británico durante cinco meses. Mezcla de estallido social y levantamiento contra el invasor, la epopeya de los gauchos comandados por Rivero es la primera resistencia a la ocupación por la fuerza del Imperio británico.

En 1908, los británicos suman las islas Orcadas, Shetland y Sandwich del Sur, incrementando la ocupación colonialista del Atlántico Sur.

Durante las dos guerras mundiales del siglo XX, las Malvinas demuestran su valor estratégico como base para el control y abastecimiento de las potencias aliadas en el Atlántico Sur y en el cruce hacia el océano Pacífico.

Los compromisos internacionales y la política británica de hechos consumados

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la situación de los pueblos bajo el dominio de las potencias colonialistas se volvió central. La existencia de colonias era una contradicción evidente con los objetivos por los cuales los aliados se habían embarcado en la guerra: si había sido por la libertad y contra la opresión fascista, era un contrasentido que países como el Reino Unido, Francia, Italia o Bélgica mantuvieran a millones de personas bajo el dominio colonial. A la vez, los propios pueblos asiáticos, africanos y latinoamericanos se movilizaron para luchar por su independencia. La presión descolonizadora tuvo que incluirse en la agenda de las Naciones Unidas. El proceso se volvió indetenible y, en 1960, la Asamblea General de la ONU aprobó la Resolución Nº 1.514 (89 votos a favor, 9 abstenciones y ninguno en contra), llamada “Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales”.

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Cinco años después, el 16 de diciembre de 1965, esa misma Asamblea votó la Resolución Nº 2.065 (94 votos a favor, 14 abstenciones y ninguno en contra), que reconocía la existencia de una disputa entre la Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte por la soberanía sobre las islas. Establecía que tal disputa, por ser un territorio colonial, no podía plantearse por la autodeterminación de los habitantes sino teniendo en cuenta sus intereses. También conminaba a las partes involucradas a mantener negociaciones e informar al Comité de Descolonización sobre los progresos alcanzados.

A partir de ese momento, en cada resolución propia y/o del Comité, la Organización de las Naciones Unidas sostiene la Resolución Nº 2.065 e invita a la Argentina y al Reino Unido a cumplirla (incluso en 1982, finalizada la guerra, por medio de la Resolución Nº 37/9 del 4 de noviembre declaró que la disputa no se veía afectada por el conflicto bélico ni su desenlace). Y desde entonces –o sea, desde hace 53 años–, el Reino Unido se niega a sentarse a tratar pacíficamente la cuestión. ¿En qué se basa para esta negativa? En el uso puro y simple de la fuerza colonialista.

La guerra de 1982 y sus consecuencias

La recuperación de las Malvinas el 2 de abril de 1982 y la posterior guerra con el ocupante colonialista ha sido el acontecimiento que tiñó todos los análisis sobre las islas en las últimas décadas, en especial por el hábil uso que del mismo han hecho los propios británicos y los medios de comunicación a ellos asociados.

Digámoslo claramente: la Guerra de Malvinas se produjo, en primera instancia, por la ocupación colonial de territorio argentino por parte del Imperio británico –no habría tensión, ni conflicto ni guerra posible si los británicos no ocuparan un territorio que no les pertenece–. Despejado este punto inicial, hay que decir que la guerra de 1982 fue el suceso final de una dictadura que se desplegó contra el propio pueblo argentino, en contra de los deseos populares. Ningún gobierno legal y democrático inició nunca una acción militar en el reclamo por las islas. En cambio, la dictadura cívico-militar, la de la violación sistemática de los derechos humanos y el genocidio, emprendió una guerra cuyos resultados más duraderos han sido las secuelas presentes en los miles de jóvenes soldados que fueron enviados a un conflicto bélico de la mano de sus propios perseguidores, y la persistente intención del Reino Unido de utilizar el hecho como justificación para no cumplir ninguna de las recomendaciones internacionales y sentarse a negociar.

Malvinas: causa latinoamericana

Otro escenario se fue conformando en los últimos años en América Latina. Cada vez más conscientes de sus propias fuerzas, los países latinoamericanos –aun aquellos de tradiciones políticas enfrentadas en términos internos– comenzaron a separar sus políticas internacionales de los deseos de las potencias hegemónicas e iniciaron una estrategia de unión y acompañamiento que se tradujo en un fortalecimiento de la postura argentina en relación con las Malvinas.

La Organización de Estados Americanos (OEA), tradicionalmente asociada a las políticas “panamericanistas” –en el sentido de pronorteamericanas–, se ha manifestado clara y contundentemente a favor de la posición argentina y de las resoluciones de la ONU. El martes 5 de junio de 2012, en la ciudad boliviana de Cochabamba, la Asamblea General de la OEA –con la presencia de una delegación británica observadora– aprobó por consenso una declaración unánime que insta a la Argentina y al Reino Unido a reanudar las negociaciones bilaterales para tratar la cuestión de la soberanía de las islas. El proyecto fue presentado y solicitado por Brasil y secundado por Uruguay, pidiendo que se vote por aclamación.



La Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) ha jugado desde su creación un rol central en el fortalecimiento de la autodeterminación latinoamericana. En la Cumbre de Paraguay del año 2012, todos los cancilleres presentes dieron a conocer un documento conjunto (unánime) que establecía la siguiente posición común:

– Afirmaba el apoyo explicito de la UNASUR a la Argentina en su conflicto con Gran Bretaña.

– Calificaba de “anacrónica situación colonial en suelo americano” a la presencia de fuerzas militares británicas en las Malvinas, y lamentaba “la negativa del Reino Unido a reanudar negociaciones” con la Argentina. También mostraba su rechazo a la movilización y los ejercicios militares británicos en el Atlántico Sur.

– Rechazaba las actividades económicas unilaterales del Reino Unido, que involucraban la “exploración y explotación de recursos naturales renovables de la Argentina”.

– Planteaba –dando un paso más y muy significativo– que los países de la UNASUR se comprometían a tomar medidas contra aquellos buques que se presentaran en sus aguas bajo la pretendida bandera ilegal de Malvinas.

La Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), que incluye a los países de Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, San Vicente y las Granadinas, Dominica y Antigua y Barbuda, ha acompañado reiteradamente el reclamo argentino sobre las islas. Uno de sus apoyos más contundentes fue dado en la Cumbre del ALBA de Caracas, en el año 2012, en la cual el presidente de Ecuador, Rafael Correa, afirmó: “Es momento de que América Latina decida sanciones contra ese desubicado poder que pretende ser imperial y colonialista en el siglo XXI. Creo que debemos ir a cosas más contundentes”. También fue categórico el presidente Hugo Chávez al referirse a la presencia militar británica en las Malvinas: “Si al imperio británico se le ocurriera agredir militarmente a la Argentina, Argentina no estará sola en esta ocasión […] Tenemos voluntad para enfrentar cualquier agresión imperialista”.

El Mercado Común del Sur (MERCOSUR) tiene una larga tradición de respaldo de los reclamos y derechos argentinos sobre las islas, y es, hasta el momento, el único espacio regional que ha realizado acciones específicas contra la presencia británica. En la Cumbre Presidencial de Potrero de los Funes, en el año 1996, los Estados miembros –en ese momento, Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay– más Chile y Bolivia declararon su firme apoyo a la Argentina en su disputa por la soberanía de las Malvinas y las islas del Atlántico Sur e invitaron al Reino Unido a cumplir con las resoluciones internacionales que lo instan a sentarse a tratar la cuestión de la soberanía. Dos acciones muy relevantes ocurrieron en 2010, cuando repudió la exploración y explotación de recursos no renovables por parte del Reino Unido en Malvinas, y en diciembre de 2011, cuando decidió en forma solidaria no permitir que ingresen a los puertos de sus Estados miembros aquellos barcos que enarbolasen “bandera de Malvinas”.



La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en la Cumbre de Caracas de 2011, estableció “su más firme respaldo a los legítimos derechos de la República Argentina en la disputa de soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes”. También expresó un interés permanente en que Argentina y Gran Bretaña “reanuden las negociaciones a fin de encontrar –a la mayor brevedad posible– una solución pacífica y definitiva a esta anacrónica situación colonial en suelo americano”, y subrayó que ambos países debían abstenerse de adoptar decisiones unilaterales en relación con el conflicto. Vuelta a reunirse a principios de 2014, la declaración final señaló: “Hemos aprobado con mucha fuerza el apoyo al legítimo reclamo de la República Argentina en el proceso de disputa de soberanía por las Islas Malvinas”. Además, encuadró tal conflicto en la situación colonial y urgió a “la eliminación total del colonialismo en la región sobre la base de la resolución 1514 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) […] de las colonias como flagelos que todavía nos han alcanzado en el siglo XXI”.

La militarización de las islas

Cada vez más atenazados por las resoluciones de la ONU y el apoyo creciente y firme de los países de América Latina a la causa Argentina, los británicos respondieron como lo han hecho desde que se lanzaron a la construcción de su imperio: con el uso de la fuerza. Han transformado las Malvinas en una fortaleza militar que amenaza la paz y la seguridad en una región que se caracteriza por ser la más pacífica del planeta, y que es, sin lugar a dudas, la única que ha renunciado al desarrollo de armamento nuclear.

Desde 2003, la política argentina hacia las Malvinas recuperó la práctica del reclamo y la reivindicación en todos los ámbitos internacionales, así como la confirmación de que la Argentina sólo trataría la cuestión de la soberanía con la potencia colonialista en el marco de las resoluciones de las Naciones Unidas.

La Base Aérea de Monte Agradable y la Base Naval de Mare Harbour son la prueba concreta de la militarización británica: cuentan con 2.000 soldados permanentes, aviones caza y de transporte militar de última generación, y –como ha denunciado la Argentina en su momento– también con buques de guerra y submarinos con armamento nuclear. Al mismo tiempo, han comenzado a otorgar licencias de pesca ilegales en el Mar Argentino e iniciado la exploración de la cuenca petrolera en forma unilateral. Procedimientos de depredación típicos del viejo –pero vivo– Imperio inglés.

Una de las últimas movidas del Reino Unido ha sido tratar de lograr “legitimidad” llamando a un plebiscito. Obviamente, el 99% de los isleños se expresó a favor de seguir siendo un territorio de ultramar británico. El plebiscito no ha sido tomado con mucha seriedad por la comunidad internacional, pues no es de extrañar que los ocupantes de una colonia voten por seguir siendo miembros del imperio que los estableció en la misma.

La recuperación de una política de reivindicación de la causa Malvinas

Desde 2003 en adelante, la relación entre la Argentina y el Reino Unido atravesó nuevos momentos de tensión. A partir de la asunción de Néstor Kirchner, la política argentina hacia las Malvinas recuperó la práctica del reclamo y la reivindicación en todos los ámbitos internacionales, así como la confirmación de que la Argentina sólo trataría la cuestión de la soberanía con la potencia colonialista en el marco de las resoluciones de las Naciones Unidas. Desde entonces se plantearon las siguientes cuestiones:

– En su primera visita protocolar a Londres, Néstor Kirchner le presentó al primer ministro Tony Blair –sin obtener respuesta alguna– el reclamo argentino y la propuesta de sentarse a discutir.

– Cada discurso ante las Naciones Unidas (tanto del presidente Néstor Kirchner como de la presidenta Cristina Fernández) fue una exhortación al Reino Unido para que acepte los mandatos de la ONU y se siente a negociar con la Argentina.

– Nuestro país suspendió el permiso para volar sobre territorio argentino a vuelos charter dirigidos a las islas, y ofreció a cambio un vuelo regular de Aerolíneas Argentinas desde Buenos Aires. La oferta –que reduciría los costos para los propios isleños– fue rechazada.

– El gobierno argentino denunció desde el año 2004 la existencia de armamento nuclear en las islas, lo que viola taxativamente el Tratado de Tlatelolco y pone en riesgo la seguridad y el ambiente de toda América del Sur.

– Asimismo, desplegó un mayor control de aquellos buques de pesca que realizan actividades depredatorias en el Mar Argentino con permisos otorgados por la autoridad colonial. En el año 2007, la Cancillería argentina declaró que la ampliación de las licencias pesqueras concedidas por el Reino Unido eran una “disposición ilícita y unilateral” mientras estuvieran sujetas a la discusión de la soberanía.

– Se solicitó a la Unión Europea que reconozca la disputa de soberanía y los topónimos de las islas.

– Profundizando esta política de afirmación de derechos, el gobierno argentino finalizó el acuerdo firmado en 1995 para la explotación de hidrocarburos en el Atlántico Sur.

– En 2008, la Argentina volvió a protestar ante el Reino Unido por las acciones de exploración y explotación unilaterales del gobierno británico en el área de Malvinas.

– En 2013, la política de recuperación se cristalizó en la creación, por parte del Poder Ejecutivo Nacional, de la Secretaría de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes.

Malvinas desde hoy y hacia el futuro

El desafío actual es sostener la causa Malvinas como un tema nacional y latinoamericano. Las perspectivas desde la llegada del nuevo gobierno PRO-Cambiemos son desalentadoras. Hay un franco retroceso.

A partir del año 2016, la diplomacia argentina ha ido dejando al costado la política de reclamo firme y sostenido del gobierno nacional y popular anterior. No podría ser de otra manera: los intereses de las compañías británicas se entrecruzan con los de varios miembros del Gabinete de Ministros y/o con las empresas que apoyan al gobierno macrista.

Sabemos que tarde o temprano las islas del Atlántico Sur serán recuperadas por nuestro país. La permanencia colonial británica es cada vez más anacrónica, y los reclamos de los pueblos de Argentina y América Latina, juntos, son cada vez más consistentes.

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