Los juicios en los medios, del interés a la indiferencia

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mujer con la frase nunca mas pintada en el rostro
Por Miriam Lewin / LESA HUMANIDAD / El juicio en el que por primera vez se juzgó a nueve comandantes de las Fuerzas Armadas responsables de la ruptura del orden constitucional y de delitos de lesa humanidad colocó a la Argentina en un lugar de faro a nivel mundial en políticas de justicia, y la atención mediática que recibió no puede compararse con ninguno de los procesos judiciales posteriores. En efecto, la reanudación de los juicios luego de que fueran derogadas y declaradas inconstitucionales las leyes de Punto Final y Obediencia Debida provocó un interés renovado pero transitorio. Vale indagar, entonces, más allá...
LESA HUMANIDAD / El juicio en el que por primera vez se juzgó a nueve comandantes de las Fuerzas Armadas responsables de la ruptura del orden constitucional y de delitos de lesa humanidad colocó a la Argentina en un lugar de faro a nivel mundial en políticas de justicia, y la atención mediática que recibió no puede compararse con ninguno de los procesos judiciales posteriores. En efecto, la reanudación de los juicios luego de que fueran derogadas y declaradas inconstitucionales las leyes de Punto Final y Obediencia Debida provocó un interés renovado pero transitorio. Vale indagar, entonces, más allá de la lógica del mercado comunicacional, por qué estos no constituyen eventos noticiables. Un negacionismo en auge, patente en cuestiones tales como la pretendidamente inocente pregunta por si son o no 30.000 y el reclamo de autocrítica de las víctimas o la supuesta necesidad de dejar de mirar al pasado para avanzar, es la piedra angular de la respuesta.

Por Miriam Lewin
Defensora del Público. Periodista. Autora de Ese infierno (con Munú Actis, Elisa Tokar, Cristina Aldini y Liliana Gardella), Skyvan, Iosi (con Horacio Lutzky) y Putas y guerrilleras (con Olga Wornat). Durante la dictadura fue secuestrada y estuvo detenida-desaparecida en el centro clandestino de detención Virrey Cevallos y en la ESMA. En 1985 fue testigo del Juicio a las Juntas.

Fotos: Sebastián Miquel

Enciende los candiles que los brujos 
piensan en volver 
a nublarnos el camino
“Alicia en el país”, Serú Girán

Hay juicios paradigmáticos, que marcaron hitos. Procesos que fueron objeto, incluso después de muchos años, de interpretaciones y reinterpretaciones y tuvieron ecos duraderos. Fueron analizados y se enraizaron en la memoria colectiva, se discutieron y se cuestionaron. Fueron un parteaguas, abordados por la filosofía y la sociología, por la psicología, la antropología y la semiología, por la literatura, la plástica, el cine, la dramaturgia. Y, por supuesto, por los medios de comunicación masivos. 

Un ejemplo de esto es el juicio de Núremberg, el proceso que en la ciudad alemana se llevó a cabo desde fines de 1945 contra las principales figuras del Estado y el Ejército nazis. Se incluyeron crímenes clasificados contra la humanidad, crímenes de guerra y contra la paz. Los jueces representaban a las potencias vencedoras: Reino Unido, Estados Unidos, Francia y Unión Soviética. Por eso, precisamente, fue posteriormente cuestionado por algunos juristas. Hubo 24 acusados, entre los que estaban Rudolf Hess, Hermann Göring y Joachim von Ribbentrop. Las penas variaron desde la condena a muerte y la prisión a la absolución.

Pero poca gente sabe que el juicio más célebre no fue únicamente uno. Hubo otros juicios que incrementaron la cifra de acusados de 24 a 611. El juicio contra los cómplices empresariales del nacionalsocialismo de los grupos Flick, IG Farben, el juicio al grupo Krupp, el juicio de los jueces, contra la estructura jurídica del Tercer Reich, el juicio de los doctores, contra 23 médicos que trabajaron para la esterilización, tortura, eliminación o investigación científica bajo coerción, el proceso contra los promotores de la idea de pureza racial y del proyecto Lebensborn, que promovía el fortalecimiento de la raza aria mediante el secuestro de niños considerados “puros” en países ocupados y su reasignación con familias alemanas. En total, en Núremberg se llevaron a cabo una docena de juicios.

Y sin embargo, a pesar del interés que sus sesiones podían concitar, del dramatismo de los testimonios, su repercusión no alcanzó de manera alguna a la del juicio iniciático. Desde muchos medios de comunicación no se consideró relevante su cobertura como para ocupar sostenidamente una primera plana o un espacio audiovisual importante. ¿Significó eso que el genocidio nazi había sido cuestionado? ¿Era esa “indiferencia” premeditada? En mayor o menor medida, la ideología nazi, indudablemente entonces en retirada, todavía anidaba sin embargo en muchos medios europeos que habían mostrado simpatía abierta o tibieza cómplice con el Tercer Reich.

Hay cierto sentido de noticiabilidad que rechaza y excluye la repetición de temáticas análogas. Cuando algo se reedita, deja de sorprender, de llamar la atención. Hay un efecto de saturación, de anestesia de las audiencias.

Pero ese efecto no es perenne ni irreversible. Como si se sacudieran la modorra después de una siesta prolongada, los medios vuelven a dirigir la atención cuando hay una novedad en un asunto que consideraban agotado, un ángulo nuevo.

Un ejemplo claro fue el juicio a Adolf Eichmann, el arquitecto de la solución final en Jerusalén, porque esa vez era Israel, el Estado judío, que albergaba a una enorme cantidad de sobrevivientes, el que juzgaba a un genocida del pueblo hebreo. Habían transcurrido alrededor de quince años desde Núremberg. La atención mediática se manifestó, revitalizada, notoria, explosiva.

Hay que saber mirar

¿Qué pasa hoy en la Argentina con los juicios por crímenes de lesa humanidad? Para periodistas afines a las temáticas de derechos humanos y para los medios que se interesan en difundir esa agenda, es un desafío constante realizar su trabajo.

Sin embargo, hay oleadas de renovado interés, durante las que todo parece renacer. Tomemos el hito indiscutible del Juicio a las Juntas, visibilizado nuevamente para las nuevas generaciones que nacieron en democracia en un fenómeno masivo notable con la reciente película Argentina, 1985, de Santiago Mitre. Y, ojalá, con el monumental documental de Ulises de la Orden, El juicio, un prodigio de la edición de las intervenciones de los testigos en compactas, conmovedoras y vertiginosas tres horas.


La relevancia del juicio en el que por primera vez se juzgó a nueve comandantes de las Fuerzas Armadas responsables de la ruptura del orden constitucional y de delitos de lesa humanidad y la atención mediática de que fue objeto no pueden compararse con ninguno de los procesos judiciales posteriores. Los medios masivos impresos, después de haber dedicado un amplio centimetraje a cada día de audiencia oral y pública – Editorial Perfil transcribía los testimonios completos en su Diario del Juicio, un medio creado exclusivamente para la cobertura–, abandonaron progresivamente la atención. Para la televisión, las restricciones de cobertura y el impedimento de ingresar con equipamiento propio a la sala constituyeron un factor de desaliento. La única cámara autorizada, que distribuía imágenes, no tomaba el rostro de testimoniantes, salvo cuando ingresaban a la sala. Aun así, había ruedas de prensa de quienes tuvieron disposición a hablar al final de cada jornada.

El juicio –a pesar de las posteriores leyes de Punto Final y Obediencia Debida, finalmente derogadas y declaradas inconstitucionales después de diecisiete años de impunidad solo atenuada por los Juicios por la Verdad– colocó a la Argentina en un lugar de faro a nivel mundial en políticas de justicia.

La reanudación de los procesos de lesa humanidad provocó un interés renovado pero transitorio. Algunas figuras con mayor grado de conocimiento público, como el “Ángel Rubio” Alfredo Astiz, el cura homicida Christian Von Wernich y Miguel Etchecolatz, atrajeron más coberturas, aunque en general discontinuas. En 2021, el monitoreo que de noticieros de canales de aire hace la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual, “Qué es noticia para los noticieros”, refleja que solo un 1,4 % del total de noticias está dedicado a derechos humanos.

En las recomendaciones para la cobertura mediática de la dictadura cívico-miliar y el proceso de Memoria, Verdad y Justicia de la Defensoría se afirma que “resulta fundamental que los medios de comunicación presten especial atención a la cobertura de instancias judiciales, administrativas y legislativas vinculadas al proceso de memoria, verdad y justicia. La visualización de un hecho noticiable en los procesos mencionados es un desafío para comunicadores y comunicadoras. La visibilización de esos hechos en los medios disminuye el riesgo de que se repitan”.

un hombre lleva en sus hombros a una nena durante una manifestación social

Hay que saber ver, detectar historias de contenido humano, que hablan no solamente de represión y de reparación por vía judicial sino de pasiones universales al más puro estilo shakespeariano. Están ahí, manifiestas, aunque no resulten evidentes para todas las miradas. Tiene que haber habilidad para identificarlas y para defenderlas luego ante los editores. Y luego producirlas y transmitirlas con potencia, aunque con respeto y evitando toda revictimización. 

Si repasamos la agenda de juicios recientes que han tenido escasa o nula cobertura, detectamos en ellos un sinfín de historias con enorme potencial. Enumeramos solamente tres. El drama del enfrentamiento entre dos hermanos, uno militante y otro represor, este acusado de cómplice del asesinato de su cuñada y de haber promovido la apropiación de su sobrina nacida en cautiverio. La angustia y el silencio de un exsoldado que reveló después de décadas haber presenciado cómo un grupo de prisioneros de andar titubeante era conducido a uno de los aviones de los vuelos de la muerte, donde después tuvo que limpiar rastros de sangre. La lucha por justicia de una mujer esclavizada sexualmente por el jefe de un centro clandestino que la dejaba encerrada en un departamento del barrio de Belgrano durante días y que extorsionó a la hermana de la prisionera, abogada recién recibida, para que trabajara en una estructura de apropiación de bienes de personas desaparecidas.

En el despacho del jefe de uno de los programas de periodismo de investigación más exitosos de la televisión argentina en los años 2000, había un cartel en el que se leía “sorprender y emocionar”. Más de veinte años después, en la era de internet, dos estudios académicos demuestran que los contenidos que más se viralizan son los que cumplen con esas dos premisas. Contenidos con sorpresa y emoción pueden ser autopistas para la desinformación, las llamadas noticias falsas, pero también pueden constituir herramientas legítimas para generar conciencia.

Piedra libre al negacionismo

¿Por qué, salvo en medios excepcionales, como el canal La Retaguardia o diarios como Página/12, los juicios por crímenes de lesa humanidad no constituyen eventos noticiables? La lógica del mercado comunicacional se impone y genera rechazo en quienes están a cargo de la edición cuando se presupone que los juicios “no miden” o no generan clics. Pero no se puede ignorar que hay otra razón: un negacionismo en auge, analizado por la filósofa italiana Donatella Di Cesare en su libro Si Auschwitz no es nada, sobre el que reflexiona en un reportaje de la revista Nueva Sociedad: “preguntan, como si fuese una interrogación inocente: ‘¿De verdad son seis millones?’. Y contestan ‘Si no lo son, evidentemente, usted está mintiendo’. Lo mismo sucede en relación con la situación en Argentina con los desaparecidos. Pueden decir: ‘¿Son 30.000? Porque si no lo son, usted miente’ [...] Es una duda, en definitiva, que se instala para destruir la memoria y aspectos sustanciales de la comunidad democrática que se ha construido, fatigosamente, luego de la Shoah o luego de la dictadura argentina [...] Pero este tipo de pregunta por las cifras exactas no solo constituye una forma de negacionismo velada en el marco de la duda, sino que es la piedra sobre la que se construye posteriormente una historia alternativa”. 

Aspectos más tibios o embozados del negacionismo son los que se expresan en argumentos referidos a la poca credibilidad de la construcción de la memoria basada en lo recordado por sobrevivientes cuando no hay otra posibilidad porque los crímenes no fueron documentados sino excepcionalmente aún y esos documentos pueden haber sido fraguados o contener información falsa. O estén en boca de quienes reclaman una autocrítica de las víctimas como si los delitos cometidos por estas justificaran que se descargara sobre ellas y sus familias la brutalidad del terrorismo de Estado. También pueden ser identificados en expresiones del tipo “Es imposible avanzar si seguimos mirando el pasado”.

Por eso es de importancia capital la atención mediática a los juicios por delitos contra la humanidad. Mientras testimoniantes y perpetradores estén con vida, se seguirán llevando adelante y son un material de una riqueza incomparable para el fortalecimiento democrático. Luego, desde ya, habrá que idear otras aproximaciones. Pero entretanto constituyen un insumo indispensable e ineludible para la construcción de ciudadanía. 





 

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Maiz es una publicación de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. ISSN 2314-1131.


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